martes, 8 de noviembre de 2011

Empate sin goles.

Viendo anoche el debate entre los candidatos a la presidencia del gobierno me venían a la memoria esos partido de la última jornada en los que un empate les basta a los equipos para cumplir los objetivos. Alguno de esos encuentros tuve que sufrir en el Nuevo José Zorrilla. Infinidad de pases en horizontal entre los defensas, la mínima verticalidad que sólo alcanzaba al medio centro, algún previsible devaneo hacia el extremo que se apuraba en perder el balón teatralizando el desasosiego. Siempre he pensado que en esos partidos se inspiró Guardiola para crear su estilo. Le añadió a Messi y creó el tiqui-taca. Previamente al debate de anoche, los jefes de campaña debieron llegar a un acuerdo que redujera las hostilidades a un toma y daca que pasara por alto cuestiones fundamentales. "Tu no me mientas los trajes, yo no te hablo del primo de Blanco". En un momento crítico como en el que vivimos se echó de menos la amplitud de miras del hombre de estado capaz de mirar de frente y decirle al pueblo cómo están las cosas. Que la fiesta ha acabado y que, aunque sigan sonando los lentos, no tardarán en encenderse las luces y nos veremos las caras, ojerosas y desencajadas.

Rubalcaba siempre se encontro más comodo en el papel de Mini-Yo perverso que en el de Doctor Maligno que ha de mandar mensajes apocalípticos al mundo vía satélite. El sitio de Alfredo siempre estuvo en esas cloacas desde las que también se defiende al estado. Lo suyo fué sacar la mierda para que otros embadurnaran las paredes. Situado bajo el foco, literal y metafórico, tiene la misma utilidad que un estudiante de química el día de San Alberto Magno. Su misión siempre consistió en hacer el trabajo sucio que permitiera a Zapatero regresar a casa cada noche con la conciencia tranquila, dispuesto a contarle un cuento a las góticas antes de que éstas escaparan por la puerta de atrás a perrear a Malasaña. Rubalcaba era el Tom Hagen encargado de avisar a los Luca Brasi sin que el resulado pudiera colocar a Michael Corleone ante el Gran Jurado. Obligado por las circustancias a pasar a un primer plano, sabedor de que sobre la calva lleva escrito "perdedor", imagino que se ve ya camino de Bruselas destinado a revisar la fontanería del Palacio Berlaymont.


Cabría esperar de alguien que sacó la oposición a registrador de la propiedad al año siguiente de acabar la carrera, una memoria fotográfica y una capacidad oral fuera de toda duda. Sorprende observar a Mariano Rajoy convertido en lector de chuletas escritas por otros. Su dicción es el fracaso de la logopedia española en pleno. No esperabamos que tuviera el estado en la cabeza como su mentor pero sí, al menos, el Código Cívil y el programa de su partido. De Mariano sabemos que es aficionado al ciclismo y lector de Marca a la espera de que Manuel Jabois nos abra de par en par la puerta del conocimiento. Demostrada está su eficacia como gris funcionario, incluso al frente de algún ministerio. Nos asalta la duda de si será capaz de gobernar un país asolado.





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