domingo, 6 de noviembre de 2011

Un único concierto.

Faltaban la guitarra de Rosa León y su voz de maestra de escuela en ese viaje al pasado que protagonizaron ayer en Dos Hermanas esos Rolling Stones del socialismo español. Viaje al pasado sin Delorean a no ser que los de Zarautz sonaran por megafonía que tampoco lo descarto. Ida y vuelta gratis en autobus y bocadillo de chorizo y margarina. Allí se reunieron para la ocasión, un único concierto, aquellos "jovenes nacionalistas" que saludara alborozado el New York Times en aquel 1982 de rosas y naranjitos. Eramos niños entonces y asistimos boquiabiertos a aquella celebración del cambio, aquella marea de optimismo, aquella sublimación de la juventud. Nos hicimos hombres con ellos asentados en los palacios y ellas se hicieron mujeres y hasta les copiaban los lemas. "De entrada, no". Hubo momentos en que pensamos que no habría forma de echarlos, que habrían de perpetuarse en el poder cuarenta años para equilibrar la balanza y comenzar el partido empatados. Nadie podrá negar la vitalidad luminosa de los primeros momentos. Un país que se despereza de la siesta de un siglo. Sólo había que encender el televisor un sábado por la mañana para darse cuenta de ello. Quizás a aquellos consejos de Lolo Rico al pato que quería ser lider y guía ha atendido ahora Rubalcaba o a aquel "solo no puedes, con amigos sí".


Ayer en Dos Hermanas no estaban aquellos jovenes de pana y tergal. Aquellos murieron bajo los sumarios de las Filesas, en el despacho de "mienmano", en los burdeles frecuentados por Amedo, en cementerios solitarios de Iparralde. Ayer saltaron al escenario el diseñador de bisutería fina y el diputado culero con ínfulas de poeta malo. Arroyito y Pozuelón sin la gracia, ni el cigarro, ni la copa de Veterano. Sigue llevando la voz cantante ese González-Jagger al que sólo le falta una Jade que organice fiestas semanales en Pacha. Ese hombre que pasó de la vaquería a las cancillerías y de allí a las mansiones de los explotadores con la mayor naturalidad. Telonero de lujo, Arfonso. Guerra en las actuaciones parece siempre recién salido de la clínica del Doctor Montes que le ha cambiado la mala sangre por otra peor.  Él es el encargado de invocar a los espíritus de los descamisados como una Evita gafapasta con libreto machadiano.


Muy mal deben andar las cosas por Ferraz para tener que ir al asilo a  sacar a los abuelos a que les de un rato el aire. Aunque debemos entender que algunas de sus batallas sí deberían ser contadas. Vendían tangas socialistas en lo de Dos Hermanas pero viendo las groupies más hubieran ganado rotulando fajas.

















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