domingo, 19 de febrero de 2012

La Madrasa

Desarmada la crítica al juego y los resultados del Madrid de Mourinho, el nuevo mantra del agit-prop iba a ser la cantera. Ayer se solicitaba con vehemencia una oportunidad para Carvajal, el lateral derecho del Castilla, en el partido contra el Racing. Tan sólo duró unas horas el vocerío, justo hasta que supimos que la petición carecía de fundamento pues el chaval estaba sancionado. Sanciones aparte, yo no veo diferencia entre esta tendencia a solicitar canteranos en el primer equipo y las peticiones de los ultraderechistas de Democracia Nacional respecto al reparto del trabajo. Es como si la sección económica del Diario Vasco pidiera que todos los trabajadores del BBVA se hubieran licenciado en Deusto. Relaño, el mismo que aullaba por la mañana una oportunidad para Carvajal calificaba, ya entrada la noche, al Madrid de Mourinho como el mejor Madrid de la historia después de una andanada furibunda del portugués sobre la falta de profesionalidad del diario que dirige. zAS. Como siempre, Julien Jarroson anduvo al quite y desempolvó una columna del orondo profeta en la que comparaba a Khedira con Emerson, a Mourinho con Capello, a Guti con Özil y loaba a Pedro Soplón.

Se nos presenta la cantera como la panacea de todos los males y el cáliz de todas las virtudes pero no es cierto y lo es menos aun situar La Masia como ejemplo para el resto. La escuela del Barça es una madrasa futbolística en las que se instruye a los futuros talibanes en una ideal totalitario del "fúpbol" y en todas las aulas se estudia el mismo libro. Decimos "fúpbol" pues esa es la manera en que uno de los imanes de este fundamentalismo llama al fútbol. Son educados los niños en la idea de que sólo hay una manera de entender este deporte y que aquellos que no comulgan con esa religión son infieles que deben ser despreciados. La función de esta madrasa es crear clones de antiguos santones del culto que inició Johan y que Guardiola ha llevado al radicalismo. El problema aparece cuando muchos de estos aprendices de talibán han de abandonar la madrasa y salir al mundo, enfrentarse a culturas futbolísticas diferentes y lidiar con sacerdotes de otras iglesias. Imagino a estos infelices mirando con desprecio y superioridad a entrenadores infieles y pensando para sus adentros, "el fúpbol no es ésto". La nómina de jugadores que han triunfado tras salir de La Madrasa da fé de ello. Los hay que se van y vuelven y por alguna razón que desconocemos su fundamentalismo no se quita viajando.

Los apologetas de La Madrasa critican el multiculturalismo de Valdebebas donde los niños son educados en el respeto a la diferencia e instruidos en concepciones futbolísticas distintas. Ni siquiera el fútbol tiene otro nombre. Esta diversidad académica no es siempre buena para la institución pero es valiosisima para los escolares. Muchos de los que no consiguen dar el salto al primer equipo consiguen forjarse una carrera en otros equipos e incluso alcanzar el estatus de estrella. Los nombres están en la mente de todos.

Sancionado Carvajal, la cantera pareció pasar a un segundo plano pero la xenofobia y el patrioterismo de la gauche divine futbolística y de la brunete del Txistu no conoce el descanso. Granero es el hombre. Nos quieren convencer ahora de que el intelectual romántico es la Piedra de Rosetta de este Madrid nietzscheano, "destrucción completa de todos los valores vigentes". No me cuadra. Le faltan al Pirata altas dosis de espíritu para cabalgar este león del Zaratustra vestido de blanco. El Madrid con Granero es más previsible pues carece de la dosis de locura que aporta Lass o de la exuberancia física de Khedira. Las ovaciones cerradas del piperismo, "los valores vigentes", hacen el resto y para el madridismo subversivo Granero es el ancien regime.

Llegaba el Racing a Madrid al mando de un triunvirato que nada tiene que ver con Julio César, Pompeyo y Craso. Salió el Madrid desatado y poco pudieron hacer las dos líneas de rorarii y accenses cantabros ante las embestidas de los bárbaros. Por primera vez en años no tuvimos que soportar el populismo irritante de Revilla en la grada y eso fue lo mejor del partido.

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