Hubo jornada de liga aunque temimos que el anuncio de la marcha de Guardiola llevara a la RFEF, la LFP, el CSD y el Gobierno de España a decretar su suspensión ante tamaña catástrofe. Algunos hubiéramos preferido que el Pep renovara para que pudiéramos ver su verdadero rostro, ése que ya se insinuaba en las derrotas. Guardiola se va y para anunciarlo se escenificó una ceremonia a la que sólo le faltó que Xavi y Messi subieran al altar a decir unas palabras, entrecortadas por pucheros y llantinas, para parecer uno de esos funerales de película americana. Sintonicé TV3 para comprobar si seguían con la programación habitual o la habían sustituido por sardanas, conciertos de Lluis Llach y rondos interminables en la mitad del campo. No llegaron tan lejos. Terminado el acto llegó el turno del ingente coro de plañideras y la troupe de juglares que, olvidando las zonas oscuras del personaje, lloraban su marcha y glosaban sus hazañas. Sólo se apearon de sus quehaceres para afearle las palabras a Karanka que había dicho una verdad como un templo con campanario y todo.
Guardiola llegó al banquillo del Barelona cuando el tripartito aun gobernaba cuerpos y mentes en el oasis y adaptó fielmente esa ideología ad hoc en la que la superioridad moral socialdemócrata y el victimismo nacionalista habían alcanzado una perfecta simbiosis. El Barcelona del Pep hacía un fútbol de izquierdas en ese país pequeñito de ahí arriba. Las palabras no son mías.
Los primeros años de Guardiola al frente del equipo azulgrana fueron los mejores pues en la presidencia del club estaba Joan Laporta. Ambos formaban la perfecta pareja poli bueno-poli malo. Guardiola era el seny, el talante y la elegancia cursi mientras Laporta aportaba la chulería del maulet con corbata, groupies porno y nacionalismo Möet. El Pep se garantizaba la adoración de la prensa y el Joan encandilaba en los despachos de las federaciones con su sonrisa de galán de medio pelo y la cartera repleta de visas y tarjetas de visita de los mejores antros. En aquellos años, además, el Real Madrid se encontraba sumido en la peor crisis institucional de su historia durante la presidencia de aquel Calderón en el que alguno había visto a un senador de Massachusetts cuando sólo había un trilero palentino de segunda. Calderón fue la contribución madridista al zapaterismo. Si cualquiera podía ser presidente del gobierno, cualquiera podía ser presidente del Real Madrid.
La llegada de Rosell a la presidencia del Barça y la de Mourinho al banquillo del Real Madrid suponen el principio del fin de Guardiola en el banquillo culé. Con Rosell no hubo nunca feeling, según nos cuentan, y ya sabemos que el Pep se fía mucho del feeling como podrían atestiguar Eto'o e Ibrahimovic, aunque en el caso de éstos lo que le molestaba a Guardiola era que sus actitudes le pudieran echar abajo el discurso. La inteligencia de Mourinho acabó por desquiciar al lama de Sampedor que primero perdió los nervios en sala de prensa y después frente a la pizarra de ese tétrico despacho del sótano del Nou Camp donde hace cuatro años inventó el fútbol como un Doctor Frankenstein con levita en vez de bata. Se marcha el Pep y esperamos que con él una manera totalitaria de entender este deporte, un falseamiento continuado de la realidad y un sistema de valores dominado por la hipocresía. Esperamos que Manuel Jabois no tenga razón cuando advierte de que el Pep volverá para seguir jodiéndonos pero sospechamos que está en lo cierto.
En medio del luto jugó el Madrid contra el Sevilla el partido que casi le hacía campeón de liga. Fue apenas un comprimido de litio para combatir la depresión en la que se sumergió tras la eliminatoria contra el Bayern. Horario matinal y el piperío todavía sin acabar de digerir los churros y las porras. Bastaron una genialidad de Cristiano y dos de Benzema para acabar con el Sevilla de Míchel, un cretino inasequible al desaliento. Si este personaje es el depositario de las esencias madridistas, yo me borro. Si éste es el entrenador por el que suspiran los plumillas del Txistu y de la gauche divine futbolística, conmigo que no cuenten. Hubo pitos para Mourinho de un sector de la tribuna del que sólo cabe avergonzarse y ovación de gala para Callejón por el mero hecho de ser español que es algo que cotiza mucho en el mercado de valores de la caspa tribunera. Si algo sacamos en claro del partido fue la importancia de Khedira y la fragilidad del Madrid cuando el alemán no está en el campo. Los Segurolos, que son Los Pelayos sin gracia y jugando siempre con las cartas marcadas y el dinero de otros, seguirán pidiendo a Granero y tiene su lógica. Están deseando que el Madrid de Mourinho caiga. Que se jodan.
lunes, 30 de abril de 2012
jueves, 26 de abril de 2012
Combustible
"En la victoria lo merecemos, en la derrota lo necesitamos", dijo Napoleón Bonaparte. Las derrotas son los cimientos sobre los que se levantan las obras imperecederas. No existen las derrotas dulces, es precisamente la amargura en el paladar del alma la que genera el combustible que te levanta, el analgésico que mitiga el dolor. La derrota de anoche en las semifinales de la Copa de Europa contra el Bayern de Múnich duele un poco menos porque fue sólo fútbol. Nada más y nada menos que fútbol. Perdió el Madrid contra un igual sin pretensiones de predicador, sin la superioridad moral como escudo invisible bordado en la camiseta, sin la mentira y el victimismo como banderas que ondea el viento del totalitarismo ideológico. Fueron mejores, más maduros, más poderosos física y mentalmente y ante esa realidad sólo cabe felicitarles uno a uno como hizo Mourinho por nosotros demostrando a los analistas malintencionados que la rabia del portugués no asoma en la derrota, tan sólo ante la injusticia.
El martes fue el Barcelona el que cayó eliminado frente al Chelsea. La desbordante alegría que sentí es algo que nunca le podré perdonar a Guardiola. Recordé aquella frase de Ray Loriga en "Lo peor de todo" y me di cuenta de que durante los últimos años me había convertido en uno de ellos. “La gente buena no se conforma con lo buena que es y tiene que estar mirando siempre lo malos que son los demás. Lo mismo les pasa a los hinchas del Barcelona”. Cuando el Pep se marche y el fútbol vuelva a ser sólo fútbol volveré a ser el de antes.
Volviendo al partido de ayer, ya habíamos advertido de los graves problemas de mentalidad del Madrid. Pareció que la madurez y la sobriedad se agotaron en el Nou Camp y el cajero del Bernabéu nos dijera anoche "saldo insuficiente, consulte con su entidad". Dos goles de Cristiano en los primeros minutos auguraban un partido tranquilo a pesar de que el Bayern había mostrado ya su poderío y Marcelo su predisposición al desorden. El brasileño es el traje divertido e informal que uno se pone para un bautizo pero que queda poco serio y nada elegante en una boda. Si bien es cierto que un arranque de genialidad suyo a punto estuvo de clasificar al Madrid cuando el partido expiraba, no lo es menos que su actitud durante el partido distó mucho de la que se espera de un profesional comprometido. Su displicencia a la hora de regresar a su posición tras sus arrancadas sin juicio obligaron a esfuerzos complementarios a centrales y mediocampistas. Esa última jugada, plena de velocidad y potencia ponía en claro que el desgaste de Marcelo había sido inferior al del resto.
Tras el gol del Bayern el partido fue siempre lo que los alemanes quisieron. Más que la superioridad física fue la emocional la que decantó la eliminatoria. La superioridad de jugadores que supieron tomar siempre las mejores decisiones frente a jugadores que fueron incapaces de tomar decisión alguna. La ausencia de un liderazgo claro se evidencia más en las ocasiones grandes, cuando alguien debe dar un paso al frente y conducir al resto. En orden meritocrático ese lider debería ser Cristiano pero su liderazgo quedó desactivado cuando los capitanes, azuzados por la prensa, le afearon algunos de sus comportamientos en nombre del puto señorio y corrieron después a contarlo a los Morales de guardia. La capitanía del Madrid del siglo XXI se debería otorgar a aquel que lo merezca aunque acabe de llegar al equipo. Las palabras de Cristiano al acabar el partido de anoche no dejan duda de quién debería portar ese brazalete, basta echar un vistazo a la nómina de capitanes actuales para comprenderlo. Un equipo joven como éste necesita referentes adecuados en los que apuntalar su desarrollo. Los jóvenes jugadores de hace no demasiados años tenían el espejo de Hierro y Redondo y de jugadores secundarios pero llenos de sabiduría competitiva como McManaman o Panucci. Ese trabajo le queda a Mourinho que nos dió la única alegría de la noche al declarar de propia voz que su proyecto tiene fúturo. Un año más juntos, aprendiendo del mejor entrenador del mundo, debería bastar para cumplir lo que este equipo promete.
La derrota no fue tan dura como otras pero no hemos podido evitar despertarnos esta mañana un poco como aquel Bukowski. "Me levanté y fui hacia el jodido cuarto de baño. Odiaba mirarme en aquel espejo pero lo hice. Vi depresión y derrota. Unas bolsas oscuras debajo de mis ojos. Ojitos cobardes, los ojos de un roedor atrapado por un jodido gato".
El año que viene más.
El martes fue el Barcelona el que cayó eliminado frente al Chelsea. La desbordante alegría que sentí es algo que nunca le podré perdonar a Guardiola. Recordé aquella frase de Ray Loriga en "Lo peor de todo" y me di cuenta de que durante los últimos años me había convertido en uno de ellos. “La gente buena no se conforma con lo buena que es y tiene que estar mirando siempre lo malos que son los demás. Lo mismo les pasa a los hinchas del Barcelona”. Cuando el Pep se marche y el fútbol vuelva a ser sólo fútbol volveré a ser el de antes.
Volviendo al partido de ayer, ya habíamos advertido de los graves problemas de mentalidad del Madrid. Pareció que la madurez y la sobriedad se agotaron en el Nou Camp y el cajero del Bernabéu nos dijera anoche "saldo insuficiente, consulte con su entidad". Dos goles de Cristiano en los primeros minutos auguraban un partido tranquilo a pesar de que el Bayern había mostrado ya su poderío y Marcelo su predisposición al desorden. El brasileño es el traje divertido e informal que uno se pone para un bautizo pero que queda poco serio y nada elegante en una boda. Si bien es cierto que un arranque de genialidad suyo a punto estuvo de clasificar al Madrid cuando el partido expiraba, no lo es menos que su actitud durante el partido distó mucho de la que se espera de un profesional comprometido. Su displicencia a la hora de regresar a su posición tras sus arrancadas sin juicio obligaron a esfuerzos complementarios a centrales y mediocampistas. Esa última jugada, plena de velocidad y potencia ponía en claro que el desgaste de Marcelo había sido inferior al del resto.
Tras el gol del Bayern el partido fue siempre lo que los alemanes quisieron. Más que la superioridad física fue la emocional la que decantó la eliminatoria. La superioridad de jugadores que supieron tomar siempre las mejores decisiones frente a jugadores que fueron incapaces de tomar decisión alguna. La ausencia de un liderazgo claro se evidencia más en las ocasiones grandes, cuando alguien debe dar un paso al frente y conducir al resto. En orden meritocrático ese lider debería ser Cristiano pero su liderazgo quedó desactivado cuando los capitanes, azuzados por la prensa, le afearon algunos de sus comportamientos en nombre del puto señorio y corrieron después a contarlo a los Morales de guardia. La capitanía del Madrid del siglo XXI se debería otorgar a aquel que lo merezca aunque acabe de llegar al equipo. Las palabras de Cristiano al acabar el partido de anoche no dejan duda de quién debería portar ese brazalete, basta echar un vistazo a la nómina de capitanes actuales para comprenderlo. Un equipo joven como éste necesita referentes adecuados en los que apuntalar su desarrollo. Los jóvenes jugadores de hace no demasiados años tenían el espejo de Hierro y Redondo y de jugadores secundarios pero llenos de sabiduría competitiva como McManaman o Panucci. Ese trabajo le queda a Mourinho que nos dió la única alegría de la noche al declarar de propia voz que su proyecto tiene fúturo. Un año más juntos, aprendiendo del mejor entrenador del mundo, debería bastar para cumplir lo que este equipo promete.
La derrota no fue tan dura como otras pero no hemos podido evitar despertarnos esta mañana un poco como aquel Bukowski. "Me levanté y fui hacia el jodido cuarto de baño. Odiaba mirarme en aquel espejo pero lo hice. Vi depresión y derrota. Unas bolsas oscuras debajo de mis ojos. Ojitos cobardes, los ojos de un roedor atrapado por un jodido gato".
El año que viene más.
domingo, 22 de abril de 2012
Electricidad
Pensaban algunos que la visita del Madrid al Nou Camp acabaría en una nueva exhibición de los blaugrana con el Real Madrid como un niño gordo en mitad de un rondo, persiguiendo el balón como quien persigue sueños imposibles y metas inexistentes. Olvidaban que, como ya dijimos, el fútbol es un estado de ánimo y que aquel partido de vuelta de semifinales de Copa del Rey había servido para exorcizar los demonios que le hacían hablar al Madrid en el lenguaje extraño de la incapacidad cuando se enfrentaba al equipo de Guardiola. Aquel día se empezó a ganar el partido de anoche y se continuó haciéndolo el martes pasado en Múnich cuando Mourinho pudo observar las dificultades competitivas de su equipo y tuvo tiempo de ponerle solución. No nos engañemos, el paso al frente no lo han dado los que debieran por jerarquía y solicitaba el sentido común sino ese clan de los portugueses que nos ha sido presentado por la prensa como una banda de delincuentes que tienen a Mourinho al frente como un Liverty Valance que hubiera cambiado las cantinas por los estadios. La celebración del gol de Cristiano y la salida del campo de Pepe mostrando a la grada culé el orgullo que le supone llevar ese escudo sobre el pecho son imágenes que forman parte ya de la carpeta "Real Madrid" que tenemos instalada en el disco duro de nuestro cerebro y en la que archivamos instantes a rememorar en las travesías del desierto que a veces, muy pocas, nos toca emprender. Ya nos dijo Ciceron que la victoria es por naturaleza insolente y arrogante.
Esos gestos sirven también en esta guerra que todos sabemos que es metafutbolística pues muestran que el Madrid se sitúa como némesis de ese Barcelona del buenismo y la impostura. Frente a la hipocresía, la sinceridad de estos jóvenes airados que han sido vilipendiados y agredidos moralmente hasta la extenuación por esa manada de guardianes de la corrección política que pontifican desde los púlpitos de la falacia.
Sirvió el partido también para reivindicar a Coentrao y Khedira. El lateral había sido injustamente convertido en el culpable de la derrota contra el Bayern y el agit-prop pateaba a Mourinho en el culo del jugador portugués. Si el martes había secado a Robben ayer hizo lo propio con un Alves que acabo el partido entre coces y rebuznos como medio de inmersión quizás en la Cataluña nacionalista que tiene el asno como emblema frente al hispánico toro. Añoramos la locura indisimulada de Marcelo pero somos conscientes de la razón que asiste a Mourinho al preferir a Coentrao en los partidos que requieren un rigor táctico y una seriedad de los que carece el brasileño. El otro que se reivindico ayer a lo grande fue Khedira. El alemán vive desde que llegó a Madrid soportando el ninguneo de una mayoría de la prensa deportiva y una gran parte de la afición más ortodoxa pero su rendimiento no ha hecho más que crecer sin que ello haya servido para acallar las voces críticas. Su partido de ayer fue un despliegue formidable de poderío físico, inteligencia táctica y sabiduría emocional. Su presencia en el centro del campo convirtió la trigonometría del Barcelona en una ciencia inexacta con la ayuda de un Alonso algo más entonado que en encuentros precedentes. En las contadas ocasiones que el equipo catalán era capaz superar esa línea de presión la inserción de Khedira entre los dos impecables centrales blindaba el área sin que ni siquiera Messi fuera capaz de encontrar la llave que abriera esa puerta.
Nos dejó el partido dos imágenes que anuncian el orden nuevo que veníamos anunciando desde las guaridas del mourinhismo. Xavi Hernández sentado en el banquillo, rumiando la decepción de su propio fracaso sabedor de que se acaba el tiempo de su mentira y Pep Guardiola incapaz de camuflar la soberbia tras el tono suave de su voz. Desde que llegó, Mourinho le ha quitado al Barcelona el monopolio del discurso, un título que van a ser al menos dos cuando acabe esta temporada y desde anoche la virginidad del Camp Nou en la era Guardiola. Mourinho convirtió a un Madrid acústico y folk dentro y fuera del campo en un Madrid eléctrico y rabioso como hiciera Dylan con la música en Newport. El mismo Dylan que cantaba aquello que hoy podríamos cantar nosotros.
"La línea está trazada,
el hechizo lanzado.
El que ahora es lento
luego será el rápido.
Como el actual presente
será luego pasado.
El orden
desaparece rápidamente
y el que ahora es primero
luego será el último.
Porque los tiempos están cambiando".
Esos gestos sirven también en esta guerra que todos sabemos que es metafutbolística pues muestran que el Madrid se sitúa como némesis de ese Barcelona del buenismo y la impostura. Frente a la hipocresía, la sinceridad de estos jóvenes airados que han sido vilipendiados y agredidos moralmente hasta la extenuación por esa manada de guardianes de la corrección política que pontifican desde los púlpitos de la falacia.
Sirvió el partido también para reivindicar a Coentrao y Khedira. El lateral había sido injustamente convertido en el culpable de la derrota contra el Bayern y el agit-prop pateaba a Mourinho en el culo del jugador portugués. Si el martes había secado a Robben ayer hizo lo propio con un Alves que acabo el partido entre coces y rebuznos como medio de inmersión quizás en la Cataluña nacionalista que tiene el asno como emblema frente al hispánico toro. Añoramos la locura indisimulada de Marcelo pero somos conscientes de la razón que asiste a Mourinho al preferir a Coentrao en los partidos que requieren un rigor táctico y una seriedad de los que carece el brasileño. El otro que se reivindico ayer a lo grande fue Khedira. El alemán vive desde que llegó a Madrid soportando el ninguneo de una mayoría de la prensa deportiva y una gran parte de la afición más ortodoxa pero su rendimiento no ha hecho más que crecer sin que ello haya servido para acallar las voces críticas. Su partido de ayer fue un despliegue formidable de poderío físico, inteligencia táctica y sabiduría emocional. Su presencia en el centro del campo convirtió la trigonometría del Barcelona en una ciencia inexacta con la ayuda de un Alonso algo más entonado que en encuentros precedentes. En las contadas ocasiones que el equipo catalán era capaz superar esa línea de presión la inserción de Khedira entre los dos impecables centrales blindaba el área sin que ni siquiera Messi fuera capaz de encontrar la llave que abriera esa puerta.
Nos dejó el partido dos imágenes que anuncian el orden nuevo que veníamos anunciando desde las guaridas del mourinhismo. Xavi Hernández sentado en el banquillo, rumiando la decepción de su propio fracaso sabedor de que se acaba el tiempo de su mentira y Pep Guardiola incapaz de camuflar la soberbia tras el tono suave de su voz. Desde que llegó, Mourinho le ha quitado al Barcelona el monopolio del discurso, un título que van a ser al menos dos cuando acabe esta temporada y desde anoche la virginidad del Camp Nou en la era Guardiola. Mourinho convirtió a un Madrid acústico y folk dentro y fuera del campo en un Madrid eléctrico y rabioso como hiciera Dylan con la música en Newport. El mismo Dylan que cantaba aquello que hoy podríamos cantar nosotros.
"La línea está trazada,
el hechizo lanzado.
El que ahora es lento
luego será el rápido.
Como el actual presente
será luego pasado.
El orden
desaparece rápidamente
y el que ahora es primero
luego será el último.
Porque los tiempos están cambiando".
miércoles, 18 de abril de 2012
Bruto
Como Manuel Jabois, siendo adolescente y aun después, yo veía los partidos de Copa de Europa en casa de mis abuelos. Así que estas jornadas, partidas ahora en martes y miércoles, tienen para mi un doble valor, el meramente futbolístico y el sentimental que surge del recuerdo de las noches en aquel cuarto de estar con mesa camilla de un séptimo de la calle San Quirce desde donde se veía a Felipe II engendrado en broce mirando eternamente a la casa que le vio nacer cuando fue carne. Mi abuelo Mariano era un castellano viejo de manual que sólo abría la boca cuando había algo importante que decir. Se comprende cuánto echo de menos la coherencia de sus escasos comentarios ante la avalancha verborreica de los entendidos de hoy. Aquellos fueron los años de la eterna promesa de la Quinta del Buitre que dejó a mi generación la frustración de ser incapaces de compartir con nuestros mayores la felicidad de un triunfo que sumar a los seis que ya habían disfrutado ellos. Recuerdo las lagrimas en los ojos de mi abuelo, en los de mi tío Félix y en los míos tras aquel bochornoso 5-0 en Milán y a mi abuela sentada frente a nosotros, de espaldas al televisor, burlándose con razón de nuestra tristeza. Recuerdo aquellas semifinales contra el PSV, con todo a favor para aquel Madrid pluscuamperfecto y la decepción. Recuerdo los diez escasos minutos de camino de regreso a casa tras cada nueva eliminación, la mirada en el suelo, la pesada digestión del fracaso de otros que uno hace irracionalmente propio. Cuando el Madrid regresó a la senda del triunfo mi abuelo se había marchado ya pero mi primer pensamiento de aquella noche de Pedja fue para sus silencios y la medida exacta de sus palabras; para aquel rostro y aquellas manos en las que uno podía ver la belleza terrible de la vieja Castilla, las cebadas reflejando el sol abrasador, la blanca huella de las heladas sobre los barbechos.
Anoche volvía el sabor de la Copa de Europa, semifinales, Bayern de Múnich. Lo del año pasado no cuenta, el Barça es un recién llegado a la aristocracia del fútbol europeo, y la rivalidad con el equipo catalán es la del noble con el nuevo rico que llega a los palacios entre oropeles pero carente de la clase y categoría que otorgan la historia y la tradición.
En aquel tiempo del que antes hablabamos volver de Múnich con una derrota mínima hubiera sido celebrado como un triunfo pero el denostado Mourinho nos ha acostumbrado mal. Pareciera, escuchando los comentarios posteriores al partido, que el Real Madrid había hecho un desastroso encuentro frente al Alcorcón. Nada más lejos de la realidad. Fue un partido de mérito frente al Bayern de Neuer, Lahm, Schweinsteiger, Kroos, Gómez, Müller, Ribery y Robben. Hasta el primer gol, ilegal, de los alemanes el Madrid tuvo el partido donde quiso Mourinho con Khedira sosteniendo una vez más el equipo ante la inanidad de Alonso y con Pepe recordándonos al mejor Hierro. Benzema ponía arriba el talento, mientras Cristiano lucía menos que otras veces. El gol de Özil hizo justicia al poco de comenzar la segunda parte y fue entonces cuando observamos la principal carencia de este equipo. La nula capacidad competitiva de la mayoría de sus miembros y el inexistente liderazgo de aquellos llamados a dirigir las evoluciones sobre el césped y el factor anímico de los más jóvenes e inexpertos. Si algo destacaba, por encima de todo, en los antiguos equipos de Mourinho era precisamente la competividad. Equipos capaces de sobreponerse a cualquier adversidad, que leían los partidos a la perfección sabiendo qué camino tomar en cada momento. Este Madrid punk necesita en partidos como el de ayer alguien que componga un medio-tiempo sin caer en la balada empalagosa. Apuntaba Julien Jarroson la juventud del Madrid como causante de ese desorden táctico y mental. Yo me inclino por la insolvencia de los líderes naturales para arrastrar tras de si las voluntades del resto. El Oporto tenía a Costa y Carvahlo; el Chelsea a Terry y Lampard; el Inter a Materazzi, Zanetti y Cambiasso. El Madrid tiene a Alonso, Casillas y Ramos. Sobra cualquier comentario.
La actitud de la prensa anoche con Coentrao fue lo más miserable que recordamos y eso es mucho decir. Los mismos medios que no hace mucho llegaron a comparar a Robben con Messi descargaron ayer toda su vomitiva artillería sobre el jugador portugués que, por otro lado, había secado prácticamente al "Messi holandés". El supuesto fallo de Coentrao en el segundo gol del Bayern fue el grifo que abrió el caño de la bilis de esos sinvergüenzas. Llegamos a leer un tuit de una periodista de Marca con cara de ángel y alma de zorra pidiendo la muerte del jugador. La inquina xenófoba contra el portugués sirvió también para ocultar de nuevo la horrenda actuación de Casillas en la jugada del gol, tras el gol y una vez terminado el partido. Un tipo que cada vez es peor portero, que jamás fue un buen capitán y que nos demuestra cada día su catadura moral como persona. Un líder que no duda en poner a los pies de los caballos a un compañero para salvar su propio culo. Un colaboracionista. Un tío Tom blanquecino. Si el Madrid gana la Décima, entre las sonrisas, no podré evitar una mueca de desagrado cuando el que la levante sea ese tipo.
Maquiavelo nos dejó dicho, " El que quiere ser tirano y no mata a Bruto y el que quiere establecer un Estado libre y no mata a los hijos de Bruto, sólo por breve tiempo conservará su obra" Que alguien regale a Florentino un ejemplar de El Príncipe. (Considérese "matar" en sentido figurado)
Anoche volvía el sabor de la Copa de Europa, semifinales, Bayern de Múnich. Lo del año pasado no cuenta, el Barça es un recién llegado a la aristocracia del fútbol europeo, y la rivalidad con el equipo catalán es la del noble con el nuevo rico que llega a los palacios entre oropeles pero carente de la clase y categoría que otorgan la historia y la tradición.
En aquel tiempo del que antes hablabamos volver de Múnich con una derrota mínima hubiera sido celebrado como un triunfo pero el denostado Mourinho nos ha acostumbrado mal. Pareciera, escuchando los comentarios posteriores al partido, que el Real Madrid había hecho un desastroso encuentro frente al Alcorcón. Nada más lejos de la realidad. Fue un partido de mérito frente al Bayern de Neuer, Lahm, Schweinsteiger, Kroos, Gómez, Müller, Ribery y Robben. Hasta el primer gol, ilegal, de los alemanes el Madrid tuvo el partido donde quiso Mourinho con Khedira sosteniendo una vez más el equipo ante la inanidad de Alonso y con Pepe recordándonos al mejor Hierro. Benzema ponía arriba el talento, mientras Cristiano lucía menos que otras veces. El gol de Özil hizo justicia al poco de comenzar la segunda parte y fue entonces cuando observamos la principal carencia de este equipo. La nula capacidad competitiva de la mayoría de sus miembros y el inexistente liderazgo de aquellos llamados a dirigir las evoluciones sobre el césped y el factor anímico de los más jóvenes e inexpertos. Si algo destacaba, por encima de todo, en los antiguos equipos de Mourinho era precisamente la competividad. Equipos capaces de sobreponerse a cualquier adversidad, que leían los partidos a la perfección sabiendo qué camino tomar en cada momento. Este Madrid punk necesita en partidos como el de ayer alguien que componga un medio-tiempo sin caer en la balada empalagosa. Apuntaba Julien Jarroson la juventud del Madrid como causante de ese desorden táctico y mental. Yo me inclino por la insolvencia de los líderes naturales para arrastrar tras de si las voluntades del resto. El Oporto tenía a Costa y Carvahlo; el Chelsea a Terry y Lampard; el Inter a Materazzi, Zanetti y Cambiasso. El Madrid tiene a Alonso, Casillas y Ramos. Sobra cualquier comentario.
La actitud de la prensa anoche con Coentrao fue lo más miserable que recordamos y eso es mucho decir. Los mismos medios que no hace mucho llegaron a comparar a Robben con Messi descargaron ayer toda su vomitiva artillería sobre el jugador portugués que, por otro lado, había secado prácticamente al "Messi holandés". El supuesto fallo de Coentrao en el segundo gol del Bayern fue el grifo que abrió el caño de la bilis de esos sinvergüenzas. Llegamos a leer un tuit de una periodista de Marca con cara de ángel y alma de zorra pidiendo la muerte del jugador. La inquina xenófoba contra el portugués sirvió también para ocultar de nuevo la horrenda actuación de Casillas en la jugada del gol, tras el gol y una vez terminado el partido. Un tipo que cada vez es peor portero, que jamás fue un buen capitán y que nos demuestra cada día su catadura moral como persona. Un líder que no duda en poner a los pies de los caballos a un compañero para salvar su propio culo. Un colaboracionista. Un tío Tom blanquecino. Si el Madrid gana la Décima, entre las sonrisas, no podré evitar una mueca de desagrado cuando el que la levante sea ese tipo.
Maquiavelo nos dejó dicho, " El que quiere ser tirano y no mata a Bruto y el que quiere establecer un Estado libre y no mata a los hijos de Bruto, sólo por breve tiempo conservará su obra" Que alguien regale a Florentino un ejemplar de El Príncipe. (Considérese "matar" en sentido figurado)
sábado, 14 de abril de 2012
Revolución
El mismo año que Ronald Reagan tomaba posesión por segunda vez de la Presidencia de Estados Unidos, Cristiano Ronaldo nacía en Madeira. Cuentan las biografías del portugués que su padre le puso de nombre Ronaldo en honor al recién reelegido presidente. Sorprende que un humilde jardinero municipal hubiera permanecido impermeable a la propaganda de la progresía europea de entonces que vendía a Reagan como un peligroso y analfabeto belicista. Resultaba lógica la inquina de la izquierda europea para con el antiguo actor cuya palabra más repetida era la que más odiaban, libertad. Reagan pasará a la Historia como el hombre que liberó de la esclavitud a la mitad de Europa con la firmeza propia de los hombres que saben que cuando de la libertad se trata no valen atajos. No necesitó lanzar misiles sobre la miserable URSS, le bastó con enseñárselos para que aquel imperio del terror se viniera abajo como un castillo de naipes.
Cristiano Ronaldo ha sido también denostado por los equivalentes deportivos de aquella inteligentsia a la que acabaría ridiculizando Reagan y a la que ahora ridiculiza el jugador madridista. A Cristiano le han odiado también parte de los suyos, aquellos que duermen en el arcaico colchón de pipas del señorio y prefieren sobre el cesped del Bernabeu a chicos feos que no hagan suspirar a sus mujeres. No le ha bastado a Cristiano con mostrar los misiles, ha tenido que lanzarlos a diestro y siniestro dejando las porterías de los campos de España agujereadas por su talento y energía. Esos mequetrefes de la pluma y las ondas al orgullo le llaman chulería y a la alegría le llaman soberbia poniendo a los sustantivos a pasear por la calle Montera.
El miércoles pasado la determinación de Cristiano acabó con un Atlético que juega contra el Madrid los partidos más cómodos de la temporada pues salta al campo sabiendo que acabará perdiendo. Pareció más difícil en esta ocasión pues fue un partido que Simeone planteó fiel al espíritu que le conocimos como jugador. Simplicidad técnica, disciplina táctica y juego subterráneo. No nos cansamos de repetir que en esos partidos a cara de perro echa en falta el Madrid un Hierro o un Redondo que muestren sobre el césped quién manda y sometan a su disciplina a los propios y a los contrarios. Nada de todo esto le importa a Cristiano que es capaz de cosechar de entre la mediocridad del resto, en días de secano, el fruto que nace de la semilla de su talento natural y la labor de su incansable trabajo a lo largo de los años. Decir que no es un buen ejemplo para los niños sólo puede entenderse viniendo de aquellos que desterraron de las escuelas la ética del esfuerzo y que consideran el sacrificio una milonga de sacristía.
Ante el Sporting anoche tuvo que ser también Cristiano el que ganara un partido que se había enquistado en el empate que Higuaín había logrado cerca del descanso. Segurola, comandante en jefe del comando "gauche divine", afirmó en su día que Mourinho era Clemente 2.0 para zaherir al portugués pero no ofende quien quiere sino quien puede. Santiago es muy de izquierda y valores pero salió de casa de Cebrián en cuanto Pedro Jota le dió a olisquear un cheque. Clemente ganó dos ligas que le regaló la Transición para subir a los vascos en una gabarra y sacarlos de las herriko tabernas y los batzokis y después no hizo otra cosa que perder en los banquillos que le conseguía José María García. Mourinho es Pessoa al revés, el mismo nombre para hombres diferentes, y Clemente no pasa de criado de algún cashero de La Vida Nueva de Pedrito Andía. Se viene, que diría alguno de los argentinos que despachan con Segurola, la semana definitiva de esta nueva Revolución de la Libertad que, como la primera, lidera un Ronaldo y en la que Mourinho es el médium empeñado en traer de vuelta a este mundo a los niños atrapados por los espectros del tiqui-taca a través de las pantallas de los televisores. "Ya están aqui, son ellos". ¡Caroline, ve hacia la luz, ve hacia la luz!
"Cada revolución es heroica, y en ella entiendo toda la envergadura del heroísmo, que empieza con la brutalidad y termina con el sacrificio", escribió Cioran y estamos de acuerdo.
Cristiano Ronaldo ha sido también denostado por los equivalentes deportivos de aquella inteligentsia a la que acabaría ridiculizando Reagan y a la que ahora ridiculiza el jugador madridista. A Cristiano le han odiado también parte de los suyos, aquellos que duermen en el arcaico colchón de pipas del señorio y prefieren sobre el cesped del Bernabeu a chicos feos que no hagan suspirar a sus mujeres. No le ha bastado a Cristiano con mostrar los misiles, ha tenido que lanzarlos a diestro y siniestro dejando las porterías de los campos de España agujereadas por su talento y energía. Esos mequetrefes de la pluma y las ondas al orgullo le llaman chulería y a la alegría le llaman soberbia poniendo a los sustantivos a pasear por la calle Montera.
El miércoles pasado la determinación de Cristiano acabó con un Atlético que juega contra el Madrid los partidos más cómodos de la temporada pues salta al campo sabiendo que acabará perdiendo. Pareció más difícil en esta ocasión pues fue un partido que Simeone planteó fiel al espíritu que le conocimos como jugador. Simplicidad técnica, disciplina táctica y juego subterráneo. No nos cansamos de repetir que en esos partidos a cara de perro echa en falta el Madrid un Hierro o un Redondo que muestren sobre el césped quién manda y sometan a su disciplina a los propios y a los contrarios. Nada de todo esto le importa a Cristiano que es capaz de cosechar de entre la mediocridad del resto, en días de secano, el fruto que nace de la semilla de su talento natural y la labor de su incansable trabajo a lo largo de los años. Decir que no es un buen ejemplo para los niños sólo puede entenderse viniendo de aquellos que desterraron de las escuelas la ética del esfuerzo y que consideran el sacrificio una milonga de sacristía.
Ante el Sporting anoche tuvo que ser también Cristiano el que ganara un partido que se había enquistado en el empate que Higuaín había logrado cerca del descanso. Segurola, comandante en jefe del comando "gauche divine", afirmó en su día que Mourinho era Clemente 2.0 para zaherir al portugués pero no ofende quien quiere sino quien puede. Santiago es muy de izquierda y valores pero salió de casa de Cebrián en cuanto Pedro Jota le dió a olisquear un cheque. Clemente ganó dos ligas que le regaló la Transición para subir a los vascos en una gabarra y sacarlos de las herriko tabernas y los batzokis y después no hizo otra cosa que perder en los banquillos que le conseguía José María García. Mourinho es Pessoa al revés, el mismo nombre para hombres diferentes, y Clemente no pasa de criado de algún cashero de La Vida Nueva de Pedrito Andía. Se viene, que diría alguno de los argentinos que despachan con Segurola, la semana definitiva de esta nueva Revolución de la Libertad que, como la primera, lidera un Ronaldo y en la que Mourinho es el médium empeñado en traer de vuelta a este mundo a los niños atrapados por los espectros del tiqui-taca a través de las pantallas de los televisores. "Ya están aqui, son ellos". ¡Caroline, ve hacia la luz, ve hacia la luz!
"Cada revolución es heroica, y en ella entiendo toda la envergadura del heroísmo, que empieza con la brutalidad y termina con el sacrificio", escribió Cioran y estamos de acuerdo.
lunes, 9 de abril de 2012
Kirijini
Fue una mañana de Encuentros del Resucitado con la Madre que apartaba el luto en las plazas de los pueblos de España y una noche de encuentro grande e inolvidable, con el fútbol español resucitando de entre las cenizas del tiqui-taca. Decía Patxi Izco, que en ocasiones el fútbol del Barça parecía balonmano pero se olvidaba que en ese deporte el juego de los del Pep se penaliza dándole la posesión al que se aburre defendiendo la nada. El gran referente de Guardiola no es Cruyff, ni Bielsa. Yo siempre he pensado que es Boza Maljkovic, a cuyo baloncesto alguien bautizó, con toda razón, "tostón-ball". Posesiones largas, al limite, evitar perdidas de balón, asegurar los tiros. Los rondos del Barça son en medio campo, los del Madrid en la frontal del area, cuando no dentro, en los terrenos de la verdad, que diría un taurino.
Anoche vimos una versión definitiva del Madrid de Mourinho que ha conseguido que me vuelva a sentar frente al televisor sabiendo que la diversión está garantizada. Los que acusan a Mourinho de resultadista afirmaban sin recato anoche que el Madrid había jugado desesperadamente al ataque y de ahí el empate. Jugar mal, llamaban a lo que hizo el equipo blanco. Se han acostumbrado a un fútbol a cámara lenta y con el alma tan adentro que apenas se insinúa y son incapaces de apreciar la belleza del caos, el espíritu adolescente a flor de piel, la furia y la rabia. Carpe diem, cada partido como si fuera el último. Vive el Madrid estos partidos en el filo que separa la gloria absoluta de la derrota más dulce. De aquí al final de liga cada partido del Madrid será un kirijini en busca de la destrucción o la muerte. Al contrario que Mishima, no recurrirá Mourinho al seppuku, a pesar de contar entre los suyos con más de un kaishaku dispuesto a cortar su cabeza.
Aseguran los críticos que para el Madrid el centro del campo es un trámite que prefiere pasar por alto pero a ninguno se le ocurre culpar al que debería marcar el ritmo y la cadencia. Xabi Alonso parece un abuelo en un parque viendo correr a su alrededor a una panda de niños maravillosamente alocados incapaz de seguir su ritmo y entender sus juegos. El tolosarra sería un gran jugador para otro equipo pero en éste ni se encuentra ni lo encontramos. La victoria en esta liga cerraría unas cuantas bocas pero a mi poco me importa, la verdad sea dicha. El triunfo de Mourinho ya se ha producido despertando la conciencia de un nuevo madridismo; oponiendo realismo sucio y descarnado a la lírica pedante de los otros; ofreciendo un fútbol de guerrilla mesetaria, de Viriatos y Empecinados. El caos. "Caos y espontaneidad son la misma cosa. Brotar del caos es tener sustancia. Lo que no tiene sustancia debe obedecer, lo que tiene sustancia se obedece a sí mismo, se recuerda, se actualiza", dijo Antonio Escohotado. Bendito caos.
Anoche vimos una versión definitiva del Madrid de Mourinho que ha conseguido que me vuelva a sentar frente al televisor sabiendo que la diversión está garantizada. Los que acusan a Mourinho de resultadista afirmaban sin recato anoche que el Madrid había jugado desesperadamente al ataque y de ahí el empate. Jugar mal, llamaban a lo que hizo el equipo blanco. Se han acostumbrado a un fútbol a cámara lenta y con el alma tan adentro que apenas se insinúa y son incapaces de apreciar la belleza del caos, el espíritu adolescente a flor de piel, la furia y la rabia. Carpe diem, cada partido como si fuera el último. Vive el Madrid estos partidos en el filo que separa la gloria absoluta de la derrota más dulce. De aquí al final de liga cada partido del Madrid será un kirijini en busca de la destrucción o la muerte. Al contrario que Mishima, no recurrirá Mourinho al seppuku, a pesar de contar entre los suyos con más de un kaishaku dispuesto a cortar su cabeza.
Aseguran los críticos que para el Madrid el centro del campo es un trámite que prefiere pasar por alto pero a ninguno se le ocurre culpar al que debería marcar el ritmo y la cadencia. Xabi Alonso parece un abuelo en un parque viendo correr a su alrededor a una panda de niños maravillosamente alocados incapaz de seguir su ritmo y entender sus juegos. El tolosarra sería un gran jugador para otro equipo pero en éste ni se encuentra ni lo encontramos. La victoria en esta liga cerraría unas cuantas bocas pero a mi poco me importa, la verdad sea dicha. El triunfo de Mourinho ya se ha producido despertando la conciencia de un nuevo madridismo; oponiendo realismo sucio y descarnado a la lírica pedante de los otros; ofreciendo un fútbol de guerrilla mesetaria, de Viriatos y Empecinados. El caos. "Caos y espontaneidad son la misma cosa. Brotar del caos es tener sustancia. Lo que no tiene sustancia debe obedecer, lo que tiene sustancia se obedece a sí mismo, se recuerda, se actualiza", dijo Antonio Escohotado. Bendito caos.
miércoles, 4 de abril de 2012
Pascua
Umbral nada sabía de fútbol, que le aburría, y si algo aprendió al final se lo enseñaría Gistau. Así que sorprende descubrir que también con el Madrid su genio saltaba el potro de la ignorancia clavando la salida como un Gervasio Deferr de la literatura. "La constitución del Madrid es puramente religiosa. Se ama y venera una cosa que sólo existe en su sucesión y que es perenne porque siempre cambia". El Madrid es tan grande que hasta el más desapegado de su leyenda le encuentra el sentido metafísico y espiritual y nos deja sin nada más que decir porque tras éso sólo descenderiamos a la banalidad. En esa religiosidad del madridismo la Copa de Europa es la misa del Gallo, el Jueves Santo y el Domingo de Pascua, todo en uno y en eliminatorias. La liga es la misa del domingo donde va el Madrid como excusa para tomar el vermut en el bar de la plaza, con ropa limpia pero dejando las galas para lo otro, que es donde se celebran la vida, la muerte y la resurrección. El Domingo de Pascua de mi generación fue aquel gol de Mijatovic en Amsterdam que nos trajo la leyenda al presente decidida a instalarse en el nuevo siglo que venía y en ésas estamos.
En esta edad portuguesa del Madrid volvemos a oler al menos el aroma de la Copa que nos estuvo vetado desde aquel milagro de Zidane. Anoche certificó el Madrid su pase a semifinales por segundo año consecutivo. Bien es cierto que los chipriotas del Apoel no eran un rival de entidad pero antes de Mourinho eso importaba poco. Kaká sigue mostrando detalles del jugador que fue y toneladas del jugador que es. Cristiano no conoce de entidades del rival y acomete cada partido como si librara una batalla personal contra el destino que le deparó la contemporaneidad con el chico mudo de Rosario. Volvió Di María para demostrar que la genialidad no se lesiona, tan sólo necesita la ayuda del músculo. Espera el Bayern, que sí tiene un portero. In Mou we trust. "La pasión por el Madrid es la pasión por uno mismo, por esa vida levantada sobre lo cotidiano que es la vida del equipo y sus campeones. Todas las religiones han funcionado igual". Umbral y sus cosas.
En esta edad portuguesa del Madrid volvemos a oler al menos el aroma de la Copa que nos estuvo vetado desde aquel milagro de Zidane. Anoche certificó el Madrid su pase a semifinales por segundo año consecutivo. Bien es cierto que los chipriotas del Apoel no eran un rival de entidad pero antes de Mourinho eso importaba poco. Kaká sigue mostrando detalles del jugador que fue y toneladas del jugador que es. Cristiano no conoce de entidades del rival y acomete cada partido como si librara una batalla personal contra el destino que le deparó la contemporaneidad con el chico mudo de Rosario. Volvió Di María para demostrar que la genialidad no se lesiona, tan sólo necesita la ayuda del músculo. Espera el Bayern, que sí tiene un portero. In Mou we trust. "La pasión por el Madrid es la pasión por uno mismo, por esa vida levantada sobre lo cotidiano que es la vida del equipo y sus campeones. Todas las religiones han funcionado igual". Umbral y sus cosas.