This is the end, cantaba Jim Morrison en la canción que Coppola usaría después en Apocalipse Now para acompañar musical y metafóricamente la devastación de aquel pequeño reino que el Coronel Kurtz había instaurado en la selva de Camboya. El napalm iluminando la noche en un rito de purificación y renacimiento y la voz agónica de Morrison anunciando el final como si las llamas que se elevaban hacia el cielo negro no fueran suficiente alegoría. Como el Madrid de Mourinho, devastando con cien bombas, cien, el reino del Pep, que era un Kurtz iluminado por los focos de la progresía para que no se vieran los claroscuros del personaje. Guardiola en su despacho del Nou Camp repitiendo "el horror, el horror" mientras revisaba videos del fútbol vertical y sincero del Madrid.
Ha sido Mourinho el coronel Kilgore queriendo hacer surf en cada playa de la liga mientras a su alrededor caían las bombas del pseudomadridismo y de la izquierda divina y silbaban las balas que tenían su corazón como destino. Kilgore dirigiendo el ataque despiadado de ese Noveno de Caballería que aplastaba poblados enemigos al son de esa nueva Cabalgata de las Walkirias que es el galope criminal de Cristiano y los suyos.
Ha sido la liga de los cien puntos y el record de goles pero ha sido mucho más que eso. La liga del dedo de Mourinho señalándonos el camino; la liga de los mourinhistas de pega que subían y bajaban del caballo como un Buffalo Bill de espectáculo circense; la liga de Salmonetes, la Taberna de Mou, la Barra Brava, Grupo Salvaje y la filosofía navajera; la liga del señorío que se pudría en las alacenas del periodismo pesebrero porque casi no quedaba nadie dispuesto a tragarse ese veneno; la liga de la Puta Banda radicalizando el mourinhismo hasta convertirlo en khedirismo y en su faceta terrorista en coentraoismo; la liga del Cristiano imperial y putoamista explicándole al Nou Camp quién decide ahora el destino de este juego, la liga de las ligas, el cantar de los cantares, la patada en el culo gordo de los que pacen en los barbechos intelectuales de los asadores capitalinos. Nuestra liga. Dísfrutadla, amics.
lunes, 14 de mayo de 2012
domingo, 6 de mayo de 2012
Paganismo
Sentenciada la liga llegó el momento de las celebraciones y de las despedidas. Desfiló triunfal el Real Madrid hasta Cibeles y no pude evitar pasarme dos días tarareando Panic de The Smiths y no porque sonara durante el paseo de los campeones sino por el estribillo. "Hang the dj, hang the dj, hang the dj". Uno esperaba para un Madrid épico como el de Mourinho una banda sonora que no pareciera la de un desfile de carrozas rural. La sesión que perpetró el elemento encargado de amenizar el recorrido y la posterior ceremonia donde la diosa fue tan de atracción de coches de choque que temí que en cualquier momento fuesen a saltar chispas sobre las cabezas de los jugadores. Bien podría Florentino haber honrado como merece a este equipo poniendo la animación musical en manos de ese Marcelo de Detroit que es Seth Troxler o de ese Mourinho del Techno que ha sido siempre Richie Hawtin. Una opción más del gusto del piperío, que es como Manolo Tena dando siempre el coñazo con la sangre española, hubiera sido el emergente DJ Squire, que como socio del Espanyol a buen seguro que guarda un hueco en su corazón para el madridismo y está ahora sobrado de tiempo desde que los de Red Bull le quitaron el coche.
Se hizo acompañar Mourinho de uno de sus hijo para que su presencia fuese su "memento mori", el siervo que le repitiese "Respice post te! Hominem te esse memento! " (¡Mira tras de ti! Recuerda que eres un hombre". Siguiendo con el latín y si hacemos caso del aforismo, "in vino veritas", descubrimos que Casillas es uno de los nuestros en las profundidades de su ser. Nos mostró el capitán prácticamente todas las fases de la ebriedad. Facilidad de palabra (todos pudimos escuchar), exaltación de la amistad (esos abrazos con Cristiano), cantos regionales (el We are the Champions se puede considerar ya como tal y más teniendo en cuenta que podemos imaginar fácilmente a Mercury vestido de lagarterana) y tuteo a la autoridad (Mourinho). De haber durado el acto un poco más hubiera acabado en los insultos a un clero que sólo podrían representar Platini y Villar. Higuaín se llevó una camiseta firmada por todos sus compañeros como si fuera el ultimo día de campamento aunque todo parece indicar que se trató de un brindis al sol.
Lo realmente maravilloso sucedió ayer. La despedida de Guardiola del Nou Camp. Antes del partido pudimos ver esas imágenes del Pep colgando de los anfiteatros que nos recordaron inmediatamente a esa otra del difunto Kirchner que esta misma semana habíamos visto mostrar a la barra brava del peronismo parlamentario argentino. Asistimos anoche al nacimiento del peponismo, con Juan Domingo y Evita en uno solo. Guardiola como el viudo de sí mismo. De todas las imágenes que adornaban las gradas del estadio del Barça la que más me llamó la atención, por inesperada y sincera, fue la que situaba el rostro del Pep en lugar del Brando-Vito Corleone en el cartel de El Padrino. No es difícil adivinar quienes han sido las marionetas sujetas al final de esos hilos que se movían en manos del titiritero de Sampedor.
Tras el partido hubo speech de Guardiola, que en la puesta en escena estuvo entre telepredicador y charlatán de la teletienda y en el fondo pareció sacado de un capítulo de Friday Night Lights, desgraciadamente sin Minka Kelly. Le siguió el manteo tradicional con Messi observando en la distancia y el momento cumbre de la noche, el corro de las patatas que formaron en la mitad del campo y cuyo significado seguimos desconociendo. Dudamos de si fue una sardana humilde de brazos caídos, el Stonehenge humano y fenicio de un nuevo paganismo o el último intento de Guardiola de pasar a la posteridad como el hombre que consiguió la cuadratura del círculo. Anims Tito.
Se hizo acompañar Mourinho de uno de sus hijo para que su presencia fuese su "memento mori", el siervo que le repitiese "Respice post te! Hominem te esse memento! " (¡Mira tras de ti! Recuerda que eres un hombre". Siguiendo con el latín y si hacemos caso del aforismo, "in vino veritas", descubrimos que Casillas es uno de los nuestros en las profundidades de su ser. Nos mostró el capitán prácticamente todas las fases de la ebriedad. Facilidad de palabra (todos pudimos escuchar), exaltación de la amistad (esos abrazos con Cristiano), cantos regionales (el We are the Champions se puede considerar ya como tal y más teniendo en cuenta que podemos imaginar fácilmente a Mercury vestido de lagarterana) y tuteo a la autoridad (Mourinho). De haber durado el acto un poco más hubiera acabado en los insultos a un clero que sólo podrían representar Platini y Villar. Higuaín se llevó una camiseta firmada por todos sus compañeros como si fuera el ultimo día de campamento aunque todo parece indicar que se trató de un brindis al sol.
Lo realmente maravilloso sucedió ayer. La despedida de Guardiola del Nou Camp. Antes del partido pudimos ver esas imágenes del Pep colgando de los anfiteatros que nos recordaron inmediatamente a esa otra del difunto Kirchner que esta misma semana habíamos visto mostrar a la barra brava del peronismo parlamentario argentino. Asistimos anoche al nacimiento del peponismo, con Juan Domingo y Evita en uno solo. Guardiola como el viudo de sí mismo. De todas las imágenes que adornaban las gradas del estadio del Barça la que más me llamó la atención, por inesperada y sincera, fue la que situaba el rostro del Pep en lugar del Brando-Vito Corleone en el cartel de El Padrino. No es difícil adivinar quienes han sido las marionetas sujetas al final de esos hilos que se movían en manos del titiritero de Sampedor.
Tras el partido hubo speech de Guardiola, que en la puesta en escena estuvo entre telepredicador y charlatán de la teletienda y en el fondo pareció sacado de un capítulo de Friday Night Lights, desgraciadamente sin Minka Kelly. Le siguió el manteo tradicional con Messi observando en la distancia y el momento cumbre de la noche, el corro de las patatas que formaron en la mitad del campo y cuyo significado seguimos desconociendo. Dudamos de si fue una sardana humilde de brazos caídos, el Stonehenge humano y fenicio de un nuevo paganismo o el último intento de Guardiola de pasar a la posteridad como el hombre que consiguió la cuadratura del círculo. Anims Tito.
jueves, 3 de mayo de 2012
Leyenda
Tras los gestos de rabia, tras el manteo pertinente, tras los abrazos y las palabras, Mourinho desapareció del primer plano y le adivinamos en la penumbra del autobus masticando pacientemente la victoria y el crecimiento desbordante de su mito. Dejó que los focos recayeran sobre otros y hasta ésto le parecío mal a la prensa que olvidó conscientemente que en las victorias Mourinho siempre sigue un guión parecido. Olvidaron que tras ganar la Copa de Europa con el Inter, tras las impetuosas celebraciones nada más acabar el partido, prefirió abandonar el tumulto y buscar a su hijo en la grada, subirlo sobre sus hombros e iniciar el pausado regreso a casa por el camino de baldosas verdes. Como el guerrero que emprende viaje tras vencer en la batalla sin esperar al desfile de la victoria, los parabienes, las lisonjas y el reparto del botín. Ayer ganó el Madrid una liga contra el resto del mundo, frente a todo y frente a todos. Ganó porque fue el mejor con más diferencia de lo que dicen los puntos, porque ofreció múltiples variantes es su juego frente al inmovilismo táctico de otros, porque jugó al fútbol sin más atadura que la victoria, sin sentirse representante de nación ni ideología algunas.
Quiso el destino que el alirón definitivo fuera en Bilbao, frente a ese Athletic que sí representa a una nación, aunque la inventara un paleto llamado Sabino, y desde la llegada de Bielsa, también una ideología futbolística de la que bebió Guardiola como si fuera mate en aquella audiencia privada de once horas en Rosario. Con el partido del Madrid empezado, llegaron ecos de la frase del Pep que, para no de dejarme mal, resume perfectamente la totalidad de su discurso, esa mezcla de victimismo y superioridad moral a la que ya nos referimos. "El Madrid ha sido el justo campeón pero han pasado muchisimas cosas que se han tapado por nuestro silencio". Hemos sido víctimas de un robo pero somos tan buenos que nos hemos callado, esa seria la traducción a román paladino de las palabras de Guardiola. La derrota saca de las entrañas del santón la autentica realidad que permanecía escondida en la victoria tras un muro de buenas palabras, falsa modestia y prosa de tienda de chucherías. Corre ahora el peligro el Barcelona de quedar definitivamente instalado en eso que Jon Juaristi llamó "el bucle melancólico". El recuerdo permanente de una arcadia feliz que nunca existió, de un mundo perfecto que fue mentira.
El Madrid saltó al césped de San Mamés consciente de que teniendo una cita con la historia no es conveniente llegar tarde. Ataque fulgurante tras la presión sin permitir que los de Bielsa enlazaran más de dos pases. Tras fallar Cristiano un penalti, Higuaín sacó la cápsula de cianuro que guardaba para su propio suicidio como madridista y la utilizó para envenenar al Athletic con un gol que recordó a aquel contra Osasuna que también valió una liga. A partir de ahí Özil comenzó a bailar una bella danza turca desconocida y fueron tres goles pero pudieron ser más. Con el Madrid campeonando ya y harto Cristiano de que el graderío le mentara a la madre se quitó el corsé que alguien le puso y le recordó quién era el campeón de liga. En defensa de la borrokada no salió un Gorka, ni un Ekiza, ni un Aurtenetxe. Salió un Martínez, un erdera, en busca de hacerse perdonar el apellido por esa grada de la que se expulsó a algunos aficionados madridistas para evitar conflictos. Desgraciadamente, una vez más en esa tierra la criminalización de las víctimas.
Tras el pitido final fue manteado Mourinho por sus jugadores con la excepción del capitán que se encontraba atendiendo a la choni a la que antes había regateado el entrenador, en palabras de Ruiz-Quintano, para hacerle ver a Sarita que todavía hay sitio para el colegueo. Llega el momento ahora de Florentino, que debe hacer ver a José Mourinho que su leyenda sólo se puede hacer eterna si va de la mano de la leyenda por excelencia del fútbol. Si el presidente no le consigue convencer de la importancia de su continuidad más allá de la próxima temporada volveremos a la imagen que teníamos de Mourinho. Un Ethan Edwards, eternamente crepuscular, tras el que siempre se cierra una puerta.
Quiso el destino que el alirón definitivo fuera en Bilbao, frente a ese Athletic que sí representa a una nación, aunque la inventara un paleto llamado Sabino, y desde la llegada de Bielsa, también una ideología futbolística de la que bebió Guardiola como si fuera mate en aquella audiencia privada de once horas en Rosario. Con el partido del Madrid empezado, llegaron ecos de la frase del Pep que, para no de dejarme mal, resume perfectamente la totalidad de su discurso, esa mezcla de victimismo y superioridad moral a la que ya nos referimos. "El Madrid ha sido el justo campeón pero han pasado muchisimas cosas que se han tapado por nuestro silencio". Hemos sido víctimas de un robo pero somos tan buenos que nos hemos callado, esa seria la traducción a román paladino de las palabras de Guardiola. La derrota saca de las entrañas del santón la autentica realidad que permanecía escondida en la victoria tras un muro de buenas palabras, falsa modestia y prosa de tienda de chucherías. Corre ahora el peligro el Barcelona de quedar definitivamente instalado en eso que Jon Juaristi llamó "el bucle melancólico". El recuerdo permanente de una arcadia feliz que nunca existió, de un mundo perfecto que fue mentira.
El Madrid saltó al césped de San Mamés consciente de que teniendo una cita con la historia no es conveniente llegar tarde. Ataque fulgurante tras la presión sin permitir que los de Bielsa enlazaran más de dos pases. Tras fallar Cristiano un penalti, Higuaín sacó la cápsula de cianuro que guardaba para su propio suicidio como madridista y la utilizó para envenenar al Athletic con un gol que recordó a aquel contra Osasuna que también valió una liga. A partir de ahí Özil comenzó a bailar una bella danza turca desconocida y fueron tres goles pero pudieron ser más. Con el Madrid campeonando ya y harto Cristiano de que el graderío le mentara a la madre se quitó el corsé que alguien le puso y le recordó quién era el campeón de liga. En defensa de la borrokada no salió un Gorka, ni un Ekiza, ni un Aurtenetxe. Salió un Martínez, un erdera, en busca de hacerse perdonar el apellido por esa grada de la que se expulsó a algunos aficionados madridistas para evitar conflictos. Desgraciadamente, una vez más en esa tierra la criminalización de las víctimas.
Tras el pitido final fue manteado Mourinho por sus jugadores con la excepción del capitán que se encontraba atendiendo a la choni a la que antes había regateado el entrenador, en palabras de Ruiz-Quintano, para hacerle ver a Sarita que todavía hay sitio para el colegueo. Llega el momento ahora de Florentino, que debe hacer ver a José Mourinho que su leyenda sólo se puede hacer eterna si va de la mano de la leyenda por excelencia del fútbol. Si el presidente no le consigue convencer de la importancia de su continuidad más allá de la próxima temporada volveremos a la imagen que teníamos de Mourinho. Un Ethan Edwards, eternamente crepuscular, tras el que siempre se cierra una puerta.