Sentenciada la liga llegó el momento de las celebraciones y de las despedidas. Desfiló triunfal el Real Madrid hasta Cibeles y no pude evitar pasarme dos días tarareando Panic de The Smiths y no porque sonara durante el paseo de los campeones sino por el estribillo. "Hang the dj, hang the dj, hang the dj". Uno esperaba para un Madrid épico como el de Mourinho una banda sonora que no pareciera la de un desfile de carrozas rural. La sesión que perpetró el elemento encargado de amenizar el recorrido y la posterior ceremonia donde la diosa fue tan de atracción de coches de choque que temí que en cualquier momento fuesen a saltar chispas sobre las cabezas de los jugadores. Bien podría Florentino haber honrado como merece a este equipo poniendo la animación musical en manos de ese Marcelo de Detroit que es Seth Troxler o de ese Mourinho del Techno que ha sido siempre Richie Hawtin. Una opción más del gusto del piperío, que es como Manolo Tena dando siempre el coñazo con la sangre española, hubiera sido el emergente DJ Squire, que como socio del Espanyol a buen seguro que guarda un hueco en su corazón para el madridismo y está ahora sobrado de tiempo desde que los de Red Bull le quitaron el coche.
Se hizo acompañar Mourinho de uno de sus hijo para que su presencia fuese su "memento mori", el siervo que le repitiese "Respice post te! Hominem te esse memento! " (¡Mira tras de ti! Recuerda que eres un hombre". Siguiendo con el latín y si hacemos caso del aforismo, "in vino veritas", descubrimos que Casillas es uno de los nuestros en las profundidades de su ser. Nos mostró el capitán prácticamente todas las fases de la ebriedad. Facilidad de palabra (todos pudimos escuchar), exaltación de la amistad (esos abrazos con Cristiano), cantos regionales (el We are the Champions se puede considerar ya como tal y más teniendo en cuenta que podemos imaginar fácilmente a Mercury vestido de lagarterana) y tuteo a la autoridad (Mourinho). De haber durado el acto un poco más hubiera acabado en los insultos a un clero que sólo podrían representar Platini y Villar. Higuaín se llevó una camiseta firmada por todos sus compañeros como si fuera el ultimo día de campamento aunque todo parece indicar que se trató de un brindis al sol.
Lo realmente maravilloso sucedió ayer. La despedida de Guardiola del Nou Camp. Antes del partido pudimos ver esas imágenes del Pep colgando de los anfiteatros que nos recordaron inmediatamente a esa otra del difunto Kirchner que esta misma semana habíamos visto mostrar a la barra brava del peronismo parlamentario argentino. Asistimos anoche al nacimiento del peponismo, con Juan Domingo y Evita en uno solo. Guardiola como el viudo de sí mismo. De todas las imágenes que adornaban las gradas del estadio del Barça la que más me llamó la atención, por inesperada y sincera, fue la que situaba el rostro del Pep en lugar del Brando-Vito Corleone en el cartel de El Padrino. No es difícil adivinar quienes han sido las marionetas sujetas al final de esos hilos que se movían en manos del titiritero de Sampedor.
Tras el partido hubo speech de Guardiola, que en la puesta en escena estuvo entre telepredicador y charlatán de la teletienda y en el fondo pareció sacado de un capítulo de Friday Night Lights, desgraciadamente sin Minka Kelly. Le siguió el manteo tradicional con Messi observando en la distancia y el momento cumbre de la noche, el corro de las patatas que formaron en la mitad del campo y cuyo significado seguimos desconociendo. Dudamos de si fue una sardana humilde de brazos caídos, el Stonehenge humano y fenicio de un nuevo paganismo o el último intento de Guardiola de pasar a la posteridad como el hombre que consiguió la cuadratura del círculo. Anims Tito.
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