El 20 de agosto de 2007 Sir Alex Ferguson, al frente de una
numerosa delegación del Manchester United acudia a un funeral en la iglesia
católica de Hidden Gem. Allí se pudo encontrar con Peter Hook, Shaun Ryder,
Andy Rourke o Clint Boon. Todos ellos acudían para dar un último adiós a uno de
los hombres más populares e influyentes de Manchester. Fundador de Factory
Records y propietario del club The Hacienda, Tony Wilson había sido un pilar
fundamental de la cultura popular británica desde los albores del punk hasta el
momento de su muerte. Esa peripecia vital fue magníficamente retratada por
Michael Winterbottom en la película 24 Hours Party People, un extravagante
bio-pic relatado en primera persona que comienza con el primer concierto que
los Sex Pistols dieron en Manchester y que habría de cambiar para siempre la
concepción que de la música tenían Tony Wilson, por entonces reportero de
Granada Television, y unos pocos jóvenes mancunianos más entre los que se
encontraban Howard Devoto, Peter Hook, Vini Reilly, Bernard Sumner o Mick
Hucknall. Una de las secuencias de la película nos muestra a Wilson
dirigiéndose directamente al espectador mientras avanza por la pista de The
Hacienda, sorteando a centenares de clubbers que participan felices en la
sagrada ceremonia del ritmo que oficia desde la cabina del dj Laurent Garnier. “Manchester, cuna del ferrocarril, el
ordenador, la bomba que bota. Y esta noche está sucediendo algo igualmente
histórico… ¿Lo veis?...Están aplaudiendo al dj. No a la música, no al músico,
no al creador, sino al médium. Aquí está el nacimiento de la cultura rave, la
beatificación del ritmo, la era de la música dance. Es el momento en el que
hasta el hombre blanco baila”. Hace tres años esa revolución se produjo de
la misma manera en otro club, el Real Madrid. Por primera vez, no sólo había
buenas canciones en las estanterías sino quien las colocara en un orden lógico
para crear un todo. Por primera vez en el club blanco se empezó a aplaudir al
médium y vivimos desde entonces el momento en el que hasta los hombres blancos
bailan.
Un partido del Real Madrid en Old Trafford activa reflejos
condicionados y recuerdos que forman parte del imaginario madridista. El
enfrentamiento del año 2000, que abría el camino hacia la consecución de la
Octava, tuvo como principal protagonista a Fernando Carlos Redondo, que dominó
aquel partido con una autoridad que no hemos vuelto a ver en jugador alguno. No
olvidamos el partido de Steve McManaman, un jugador de culto, algunas de cuyas
jugadas guardamos en el cajón de los recuerdos como si fueran singles de The
Durutti Column, y de un Raúl en el que todavía observábamos cierto fulgor
adolescente y el descaro del fútbol de descampado. Queda para los siglos la
jugada de Redondo en el segundo gol madridista que fue magia y milagro. Magia
en el taconazo inverosímil, cuyo truco aún tratamos de desentrañar, y milagro en
ese pie que llega para salvar el balón justo antes de que éste se precipite por
el abismo de la línea de fondo. Tony
Wilson recordaba años despues ese partido en las páginas de The Guardian: “One of the times I've felt most desperate
was when Real Madrid knocked us out at Old Trafford in 2000, when Redondo was
fantastic in midfield for Real and ran the game. It was a serious
disappointment.”
De nada iban a servir ayer los recuerdos. Alex Ferguson
llegó a Old Trafford con la lección bien aprendida y se permitió dejar en el
banquillo a Rooney y su aspecto de miembro del sindicato de estibadores de
Liverpool. Planificó un sistema de ayudas que dejaban siempre a Cristiano Ronaldo
solo frente a todos y rescató la esencia del fútbol inglés de balones en largo
en busca de Van Persie y Welbeck. Con el segundo tendrán pesadillas Sergio
Ramos y en menor medida Varane. La primera parte fue un quiero y no puedo del
Madrid cuyos ataque acababan muriendo siempre en el borde del área y un susto
tras otro de los blancos que sufrieron como nunca en los balones aéreos que
siempre ganaba Vidic. Visto lo visto, el empate inicial no era mal resultado al
descanso contando con la lesión de Di María que tuvo que ser sustituido por
Kaká poco antes de cumplirse el primer acto. El plan de Ferguson encontró su
premio cuando Sergio Ramos desvió un balón que llegaba mansamente a los pies de
Fabio Coentrao y lo introdujo en su propia portería. Si para resarcirse de su
fallo en la tanda de penaltis frente al Bayern acabó lanzando un penalti a lo
Panenka en la Eurocopa, no queremos ni imaginar con qué nos sorprenderá el de
Camas ahora. Tras el gol hubo tímida reacción madridista pero fue un golpe de
suerte, nunca mejor dicho, lo que cambió el signo del partido. Nani impactó con
los tacos en el costado de Álvaro Arbeloa y el árbitro decidió mandarlo a la
caseta. No fue la expulsión lo que hizo variar la tendencia de la eliminatoria
sino el cambio introducido por José Mourinho. Apareció sobre el césped de Old
Trafford la infantil figura de Luka Modric y, ante la sorpresa de todos, se
hizo con los mandos del encuentro. Fueron apenas veinte minutos de descaro plavi pero valieron una eliminatoria. Se
encargó el croata de mover al equipo hacia un lado y hacia otro, de batir
líneas con eslaloms asesinos, de ofrecerse apareciendo siempre junto al
compañero presionado, de inventar pases al corazón del área y, como esto no fue
suficiente, acabó pidiendo un aclarado para jugarse un balón que terminó en el
fondo de la red. Era Luka Modric pero yo estaba viendo a Alexandr Petrovic. Ese
gol encendió al Madrid y deprimió al United y vivimos los mejores minutos del
partido que culminaron con una combinación genial entre Ozil e Higuaín que el
argentino aprovechó para centrar al segundo palo donde apareció Cristiano para
cerrar la eliminatoria. Esa asistencia del argentino fue un premio escaso para
el derroche físico y táctico que desplegó durante todo el partido y que explica
sobradamente la decisión de Mourinho de preferirle al huido Benzema, que
celebró el segundo gol mientras recibía las instrucciones para saltar al campo
y acabó recibiendo la instrucción de volver al banquillo. Los veinte últimos
minutos sirvieron para agrandar la figura de Diego López y para recordarnos el partido del año pasado frente al Bayern en el Bernabéu. Con la eliminatoria prácticamente
sentenciada se descompuso por completo el Madrid y se vivieron minutos de
absoluto dominio de los de Ferguson. Resulta especialmente llamativa en un
equipo dirigido por Mourinho esa dificultad para controlar esa clase de partidos
cuando ya parecen resueltos. Tan sólo Modric pareció entender qué había que
hacer y el partido acabo muriendo en sus pies de niño de la guerra, exiliado
desde ayer del olvido e instalado ya en el olimpo de los héroes madridistas. Un héroe como
el retratado en el poema de José Hierro.
Despojad un instante a esta palabra
-héroe- de tantas adherencias literarias. Borrad
las iconografías consabidas:
Grecia y piedra rosada, cara al mar,
héroes ecuestres del Renacimiento…
Era otra cosa el hombre que yo vi.