Cantaba el chico de Dominguín aquello de "el corazón que a Triana va nunca volverá, Sevilla". No tenía razón. Los blancos corazones de los jugadores de Mourinho fueron ayer a Sevilla y se volvieron con los tres puntos. Luis Miguel, el toreo, no esa figura de Madame Toussaud que canta, fué sin saberlo el primer mourinhista.
Dominguín y Mourinho, capaces los dos de hacer correr ríos de tinta con un solo dedo. Dominguín en las Ventas y Mourinho en el ojo de Tito. En aquel dedo levantado al cielo de Madrid había un "i'm the Special One" castizo y golfo que anticipaba lo que había de llegar como el Bautista. Para acabar de
casar los dos mitos a Mourinho le falta la décima. La décima será la Ava Gardner del portugués que no necesitará saltar de la cama a buscar un teléfono, después de consumar, para contarlo a los amigos.
Bastaron 10 minutos para que Cristiano les metiera un gol en la boca a los críticos. En Cristiano han encontrado los plumillas de la cosa socialdemócrata el muñeco sobre el que hacer budú en la cena de empresa. Ese mismo día le habían recordado al chaval el vicio de su padre muerto saltandose a la torera el libro de estilo y cualquier ápice de decencia. Después se permiten exigir a Cristiano que sea cortés en los eventos y le haga carantoñas a Irina para mayor gloria de
los reporteros gráficos. Acabaría el partido con un hat-trick dejando claro que, como anticipan algunos, es un jugador acabado, consumido en su propio ego.
Antes de llegar al descanso el partido estaba sentenciado y eso que Pepe decidió adelantar el descanso dominical. El Sánchez-Pizjuan siguió rugiendo al compás de los cánticos que comienzan los Biris y siguen obedientes las tribunas. Es el mundo al revés. Aquí los señoritos obedecen fielmente la ordenanza de los chicos de trapos del PCE y camisetas del Ché que creen que para crear una nación sólo hace falta colocarle una estrella roja a una bandera. A uno se le pone la piel de gallina cuando oye al estadio entero cantar el himno que compuso El Arrebato y los pelos de punta cuando escucha todo lo demás.
Tras el partido, la rueda de prensa de Mourinho me trajo de vuelta aquella frase de Quevedo que cabría aplicar a los periodistas deportivos, "Todos los que parecen estúpidos, lo son y, además también lo son la mitad de los que no lo parecen". Y con esas echamos el sábado.
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