Del tal Willy ya han escrito estos días Quintano, Gistau y Jabois así que, poniéndome yo a ello, soy como el espontáneo que se lanza al ruedo de la columna en la tarde que torea la terna que domina el escalafón. El tal Willy se puso el día de la huelga al frente de un piquete de la sección hostelera cuya función era cerrar bares. Al español le puedes cerrar la factoría, la fundición, el mercado y la autovia pero si le cierras los bares le jodes el ecosistema y el español se te muere de pena. Cuentan que el tal Willy dirigía el cotarro con voz de hierro e inflexible marcialidad, que son cosas que habrá aprendido en sus visitas al parque temático de la dictadura del proletariado que los Castro tienen instalado en Cuba. Yo me imagino al tal Willy, antes de comenzar aquella marcha roja, exaltando los ánimos de los camaradas como un William Wallace tropical con pareo florido en vez de kilt y mountanbike en vez de corcel.
Hace años leí yo una entrevista al tal Willy en la que contaba que, como no había manera de que aprobara el BUP, sus padres tomaron una decisión muy común entre las familias de clase obrera. Lo mandaron a un high school de los EEUU. Conociendo el paño no nos extrañaría que la mismísima CIA tomara cartas en el asunto y se encargara de que el tal Willy aprobara pronto aquel curso y saliera de allí. Aunque no hemos leído su autobiografía, que escrita está, suponemos que fue en aquella pérfida nación, adalid del capitalismo, donde el tal Willy tomó conciencia de clase o unos hongos mexicanos que le sentaron mal.
El tal Willy salía en aquella serie que se llamaba Siete Vidas en la que entró para sustituir a Toni Cantó, ese muchacho que ahora es diputado y que nos produce cierta ternura pues es la Heidi de la política española, teniendo como tiene a la Señorita Rottenmaier de jefa. El tal Willy hacia el papel de galán cómico y se llevaba a las chavalas de calle. Gracia tenía muy poca y su facilidad para el ligoteo hizo que el género de la serie pasara de comedia constumbrista a ciencia-ficción.
Con un piquete como el del tal Willy tuve yo lo mío en una de aquellas huelgas que le hacían a Aznar. Había yo colocado treinta mesas de terraza con sus cuatro sillas por mesa y aquellos señores pretendían que las volviera a quitar en nombre de no sé qué derechos. Como no estaba yo muy por la labor decidieron ser ellos los que descolocaran aquella obra magna de la arquitectura terraceril. Acabamos a guantadas y yo denunciado por agresión. Me hubiera gustado que entre aquellos muchachos tan concienciados y tan veloces, había que ver como corrían, hubiera estado el tal Willy. No por nada, por echar unas risas.
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