viernes, 16 de noviembre de 2012

Autarquía


Pensaba David Gistau al finalizar la temporada pasada que la victoria incontestable del Madrid de Mourinho en la liga, arrancada de las manos del “mejor equipo de todos los tiempos”, nos permitiría bajar de Sierra Maestra y pasar por el barbero antes de sentarnos relajadamente en La Bodeguita del Medio a tomar un mojito entre fotografías de Hemingway. A pesar del perfil bajo adoptado por Mourinho durante el verano y el inicio de la temporada, la caza del hombre no solo no ha cesado sino que ha ido acumulando efectivos. A la conocida Brigada de la Papada se unen ahora los meritorios que, como si de "soldattos" de la Cosa Nostra se trataran, vigilan las puertas del Txistu para evitar que alguien pueda molestar a los capos y  esperan a que terminen los banquetes para dar buena cuenta de las sobras o recibir una palmadita en la espalda. Fuimos durante algún tiempo “yihad” hasta que un funcionario de la embajada Saudí puso el grito en el cielo y comenzamos a ser “makis”. Hasta el momento desconocemos si es una euzkaldunización del mismo maquis al que también aludía Gistau en aquella Barra Brava o si es un homenaje al personaje que dibujaba Ivá para las páginas de El Jueves. El último y repulsivo calificativo ha procedido de un tal Cuellar que ha tildado a los seguidores de Mourinho de “terroristas cibernéticos”.  A Ruiz Quintano le vino a la mente la banalización del mal que enunciara Hannah Arendt durante el juicio a Eichmann y a mi la Ley de la controversia de Benford y la Ley de Wilcox-McCandlish.

Uno de los memes principales del agit-prop mediático es la supuesta defensa de una serie de supuestos valores históricos del Real Madrid de los que pretenden convertirse en guardianes. Todo mentira. Si tuviéramos tan poca vergüenza como ellos y siguiéramos sus mismos códigos, diríamos que ese revisionismo histórico los emparenta con individuos como David Irving. No lo haremos. La cantera se ha vuelto a utilizar últimamente como ariete con el que percutir contra José Mourinho e, indirectamente, contra Florentino Pérez. Quieren hacer cundir la idea de que el Madrid fue algo así como un Athletic de Bilbao mesetario que se alimentaba de forma casi exclusiva de jugadores precedentes de las categorías inferiores. Aunque estén ahí, al alcance de cualquiera, las sucesivas plantillas del club a lo largo de los años para desmentir esa ridícula idea, la realidad no es capaz de hurtarles un buen titular. Desde la llegada a la presidencia del Real Madrid de Santiago Bernabéu el verdadero sentido del club fue la universalidad y el rechazo a cualquier atisbo de provincianismo. Más aún, en aquella España del aislacionismo y la autarquía franquistas, fue el Real Madrid la primera institución del país en abrirse al exterior sin pudor alguno hasta convertirse en el impulsor de la Copa de Europa. Durante aquellos oscuros años 50 llegaron al club jugadores uruguayos, argentinos, franceses, brasileños e incluso del otro lado del Telón de Acero y jugadores españoles de cualquier provincia. Leyendo algunas declaraciones de Bernabéu por aquel entonces, no nos cabe duda de que no llegaron más porque no lo permitía el reglamento. Era tal el respeto reverencial de Bernabéu a la cantera que alojaba a los jugadores en pensiones de la calle Montera, suponemos que para que aprendieran lo puta que es la vida.

Esta absurda intención de algunos de devolver al Real Madrid a las miserias autárquicas del franquismo se emparenta con eso que Antonio Escohotado ha dado en llamar “pobrismo” en su análisis de los enemigos históricos del comercio. Como si de una nueva secta  esenia se tratara el periodismo deportivo español ha confundido “comerciar” con “robar” y consideran que la riqueza  del actual Real Madrid es un mal que hay que combatir. En realidad, la pretensión es un equipo menos poderoso repleto de jugadores españoles afines a la causa y representantes siempre dispuestos a echar un óbolo en la gorra. Convendría mostrarles a estos funcionarios del chantaje las palabras de Gay Talese. 

"Si los periodistas tradicionales no hacen algo por mejorar, se van a extinguir. Estamos perdiendo la especialización, la singularidad, el arte del periodismo. En otras palabras, la carrera de periodista va a acabar reducida a un puesto de administrador, como un secretario. Habrán perdido el oído, la pluma, el cerebro. El periodista tiene que ser testigo de la Historia. Y si no de la Historia, por lo menos de la actualidad". 

Amén.



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