miércoles, 7 de noviembre de 2012

Blanco España

Me acerco por última vez a la orilla del mar, sobre el viejo y desvencijado muelle de Cala de Bou. El hormigón ha sido primorosamente pulido por las olas a lo largo de los años. Cae una fina y, sorprendentemente, gélida lluvia que el viento del norte conduce a una danza caótica y triste. Se remueven las palmeras como gigantescas brochas desmochadas que quisieran en vano colorear el cielo de verde. Al otro lado de la bahía, las nubes ocultan la cumbre imponente del Cap Nono. Las últimas luces del día se abren paso entre el cielo cubierto y circundan la silueta de Conejera en tonos naranjas. A través de los auriculares llega a mis oídos la bellísima voz de Lupe desgranando las estrofas de Hurt, aquella canción que cantaron antes Jonnhy Cash y Trent Reznor. Lupe consigue amortiguar el golpe de palabras y acordes que en la voz de otros le sumen a uno en la tristeza más radical y profunda. Es esa belleza en la que Keats nos advirtió que se encuentra la verdad de todo.

Hace ya semanas que este lado de la bahía se convirtió en el reino del blanco España. Blanco España en los amplios ventanales de los hoteles; blanco España en los escaparates de las tiendas de souvenirs; blanco España en las cristaleras de los restaurantes y los pubs ingleses. Blanco España y silencio donde antes hubo rosas de Inglaterra y estruendo.

Como cada otoño, contemplo el majestuoso espectáculo de la Bahía de San Antonio como si fuera la última vez en mi vida. No sabemos qué día será el último y eso forma parte sustancial de este juego. Circulamos en coches, volamos en aviones, caminamos bajo cornisas, paseamos en días de ventisca junto a muros en los que quizás alguien prefirió ahorrar cemento y varilla del doce, bebemos en tugurios que son ratoneras en compañía de gente que confunde petardos con disparos. En no pocas ocasiones es el mismo pavor a la muerte el que nos conduce irremisiblemente a sus brazos. Como manadas de ñus que se precipitan sin razón hacia el barranco. Desconocemos cuándo habremos de cruzar la Laguna Estigia así que no está de más llevar siempre encima las monedas con las que pagar a Caronte.

El sol pierde su batalla diaria y todo queda sumido en una oscuridad desconocida hasta hace bien poco. Al fondo, las cada vez más escasas luces de San Antonio y el eco lejano del rebaño de barcos del puerto haciendo sonar sus esquilas. Una última y húmeda mirada y un ruego: "Cántala otra vez, Lupe". Y Lupe canta.

"I hurt myself today, 
To see if I'd still feel. 
I focus on the pain, 
The only thing that's real. 
The needle tears a hole, 
The old familiar sting; 
Try to kill it all away, 
But I remember everything. 

What have I become, 
My sweetest friend? 
Everyone I know, 
Goes away in the end. 
You could have it all, 
My empire of dirt. 
I will let you down, 
I will make you hurt"

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