Despedimos el año con Rajoy pidiendo una derrama para arreglar las goteras. Al parecer, los anteriores administradores de la finca se pasaron ocho años rascando la tela asfáltica y la juerga de la azotea la vamos a pagar a escote como a la puta de una despedida de soltero. El presidente ya lo dijo en su día así que no entiendo a qué viene ahora este rasgar de vestiduras liberales. "Que se vayan al partido liberal", gritó Rajoy en Valencia y todos miraron de soslayo a Esperanza. Lo triste es que no se fueron y dejaron crecer a Lassalle, ese liberal gafapasta que parece un progre jesuítico pasado por una de las tiendas de Toni Miró en las que compran los de Esquerra.
Lassalle en anti-Hayek, anti-Misses, anti-Popper y suponemos que le sale un sarpullido cuando oye nombrar a Rand. Él lo llama liberalismo de cara amable como si la libertad tuviera más de una cara. En UPyD cultivan un falso liberalismo que tiene como referente a la señorita Rottenmaier. En el PP, los chicos de Soraya y Lassalle abrazan un falso liberalismo que bebe en las fuentes de María Von Trapp. Así que estamos en manos de las tatas, como diría Espuny, que nos vienen a educar a estacazos o cantándonos canciones.
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