En un día de primeras planas con agonizante que no era y
licencias poéticas aplicadas al periodismo sólo cabía volver a la Primera Plana
de Wilder y recordar la definición que Hildy Johnson, magníficamente
interpretado por Jack Lemmon, daba de su propio oficio: "Un hatajo de pobres diablos, con los codos raídos y los
pantalones llenos de agujeros, que miran por la cerradura y que despiertan a la
gente a medianoche para preguntarle qué opina de Fulanito o Menganita. Que
roban a las madres fotos de sus hijas violadas en los parques. ¿Y para qué?.
Pues para hacer las delicias de un millón de dependientas y amas de casa. Y, al
día siguiente, su reportaje sirve para envolver un periquito muerto".
Los tiempos han cambiado y aquellas palabras que definían un periodismo de
provincias y tabloides se puede aplicar ahora a una prensa que un día
consideramos seria. El que agonizaba en una cama no era Chávez sino el señor de
un vídeo de Youtube y las comillas aparecían y desaparecían de las
informaciones de Marca como si Campillo fuera Houdini o más bien Juan Tamariz,
haciendo chistes entre truco y truco. La comparecencia de Florentino Pérez
desmintiendo rotundamente la información del diario deportivo no hizo sino acelerar
la deriva de gran parte de la profesión hacia el ridículo más absoluto. Como trasfondo la sagrada protección de las
fuentes y el olvido doloso de una de las normas incluidas en el Código
Deontológico de la FAPA (Federación de Asociaciones de Periodistas de España): “El periodista deberá fundamentar las
informaciones que difunda, lo que incluye el deber que contrastar las fuentes y
el de dar la oportunidad a la persona afectada de ofrecer su propia versión de
los hechos”. La coartada utilizada por el diario en el día de hoy para
demostrar la veracidad de su información sólo puede mover a la risa. Capturas
de pantalla de unos supuestos mensajes de texto que bien podrían haberse
mandado Segurola y Carpio de una mesa a otra de la redacción convenientemente
instruidos por algún becario más puesto en las nuevas tecnologías. Gran parte
de la profesión periodística está convencida de que les ampara una especie de
inviolabilidad regia y sólo les falta gritar aquello que otro ilustre
periodista cinematográfico, el Dutton Peabody de El Hombre que mató a Liberty
Valance, gritaba al conocer las normas a seguir por los ciudadanos: “¿No hay excepciones, ni siquiera para la
prensa? ¡Eso es llevar la democracia al extremo!”. Todo este espectáculo de fuegos artificiales ha servido para
demostrar a los que aún tuvieran dudas que el objetivo final de algunas líneas
editoriales no es José Mourinho sino Florentino Pérez y en último caso el Real
Madrid. En una época de crisis generalizada en los grandes grupos mediáticos el
caramelo blanco endulzaría la boca de siniestros especuladores que aspiran a
que el control sobre el Real Madrid sirva para maquillar el fracaso de su
política empresarial.
Periodistas que desoyen la deontología y primatólogos que
juegan a la Antropología de la Señorita Pepis, de todo hay en la viña del
Señor. El pasado domingo nos sorprendía en la sección de Ciencia (nada menos)
de la edición digital de El Mundo el artículo de un tal Pablo Herreros que
identificaba a José Mourinho con el “macho alfa” de algunas especies de
primate. Un macho alfa a lo Mariscal Tito si hemos de creer al médium porteño
de El País que nos informaba al día siguiente de la decisión de los
intelectuales orgánicos de la plantilla del Real Madrid, Casillas y Ramos, de
abrazar los postulados del socialismo autogestionario. Para dar base científica
a su tesis, el primatólogo nos remitía a los estudios de campo de Jane Goodall
y Robert Sapolsky obviando la frase más importante de cuantas haya pronunciado
el segundo: “Es virtualmente imposible
comprender cómo funciona la biología fuera del contexto del medio”. A
muchos les molestó que el primatólogo encontrara rasgos propios de los primates
en José Mourinho pero a uno le parece más atrevido que el primatólogo encuentre
rasgos humanos en los primates y que su método científico a la hora de
catalogar al entrenador portugués esté basado en artículos de prensa, leyendas
urbanas y Punto Pelota. A Goodall y Sapolsky les podríamos acusar de ser
víctimas de la falacia del espejo pero al menos ellos convivieron con los
primates. No tenemos noticias de que el primatólogo español haya dormido en
casa de los Mourinho y nadie lo recuerda presenciando un entrenamiento.
Ciencia. Ficción.
En medio de este agit-prop tuvieron que enfrentarse los
primates yugoslavos a una trilogía levantina que concluyó con el Madrid en las
semifinales de Copa y tres puntos recortados al Barcelona en liga. El partido de
ida en el Bernabéu se rigió por la norma que siempre impone Mourinho en estos
casos, anteponer la seguridad defensiva a cualquier otra cosa para evitar goles
del rival. Estuvo inconmensurable Khedira tapando la boca por enésima vez a los
líricos que ven poesía en las películas de Éric Rohmer pero no en las de Sam
Peckinpah. Benzema despertó ligeramente del
letargo y su gol y otro de Guardado en propia meta dejaron prácticamente sentenciada
la eliminatoria. La derrota del Barcelona en San Sebastián pareció espolear al Madrid
que ofreció en el encuentro liguero en Valencia un recital de 45 minutos de
hardcore melódico al que sólo le faltó una banda sonora de Bad Religion.
Higuain, Di María y Cristiano bailaron al son que marcaba un Özil en trance
místico y destrozaron al equipo valenciano con arremetidas brutales entre las que emergían las sutilezas.
En el partido de vuelta de Copa lo único reseñable fue una patada de Álvaro
Arbeloa en la mano de Casillas, que andaba por el área vendimiando, y que va
mantener al de Móstoles “looking for paradise”
con su cervecita, sus patatas fritas y su peli sentadito en el sofá durante los proximos tres meses. Para
cubrir la baja del portero ha fichado el Madrid a Diego López, español y
canterano, al que la prensa trató como a Adán cuando Capello lo puso de titular
en un trofeo Santiago Bernabéu dejando en la grada al yerno de España. Déjà vu.
El Real Madrid es un eterno retorno y, como escribío Borges:
"También es como el río interminable
Que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
Y es otro, como el río interminable".
Que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
Y es otro, como el río interminable".