lunes, 24 de diciembre de 2012

Navidad


Instalados en la melancolía, a punto de hacer de la derrota costumbre, absortos ante el devenir de los acontecimientos, boquiabiertos como niños en la primera vivencia de una tormenta. Acongojados, los que hace unos meses parecían gurkhas empuñando sus kukris sin miedo a nada. Ese es el Real Madrid de hoy día, un equipo desnortado y triste. La tristeza del recuerdo de la que hablaba Cernuda. Pensábamos que la marcha del Pep sumiría al Barcelona en ese bucle melancólico que hemos hecho nuestro como si la ausencia del enemigo y la tensión del enfrentamiento que va más allá de lo futbolístico nos hubiera hecho perder el apetito, no ya por la victoria sino por la batalla cotidiana e higiénica. Algunos parecen haber asimilado el dicho argentino “soldado que huye sirve para otra guerra”, esperando ya nuevo general o nuevo destino. Salvaguardando su imagen de la cacería inmisericorde emprendida contra Mourinho por un jauría acuciada por el hambre de notoriedad y venganza.

No sabemos en qué momento nuestro Macbeth mostoleño se encontró con las tres brujas que le gritaron la profecía: “¡Salud a ti, Casillas, que serás rey!”. Quizás no hizo falta, quizás le bastó con observar a los que fueron reyes antes que él, aquellos que dominaban a su antojo el vestuario y el club. Poniendo y quitando entrenadores, teniendo la última palabra en los fichajes, conchaveando con la prensa en los comedores y las bôites.  Pero llegado el momento, nuestro Macbeth se encontró con otro rey y con una caterva de Lady Macbeths estimulando su ambición desde las tribunas mediáticas o instaladas en su alcoba.

"¿Estaba ebria la esperanza  
de que te revestiste? ¿O se durmió?  
¿Y ahora se despierta mareada  
después de sus excesos? Desde ahora ya sé  
que tu amor es igual. ¿Te asusta  
ser el mismo en acción y valentía  
que el que eres en deseo? ¿Quieres lograr  
lo que estimas ornamento de la vida 
y en tu propia estimación vivir como un cobarde,  
poniendo el «no me atrevo» al servicio del «quiero»  
como el gato del refrán?". 


Puñaladas ha habido que hubieran acabado con cualquier otro monarca pero no con éste. Estando en la época en la que estamos, Navidad, desearíamos un ángel de la guarda, como aquel Clarence que se le aparecía a George Bailey en Qué bello es vivir, que mostrara a todos esos que hoy están a punto de arrojarse por el puente del madridismo lo que hubieran sido los últimos dos años y medio sin Mourinho. La sequía de títulos, las burlas constantes del barcelonismo triunfante, Valdano llenando su cartera por una miseria de verbo florido relleno de nada, un Míchel o un Benítez en el banquillo y de compadreo con los haraganes del Txistu, un Florentino Pérez deprimido y más ausente si cabe. Un Bernabéu vacío, donde sólo el sonido de las pipas rompiera el silencio más frío. No habría habido más literatura que la presente en los epitafios de nuestro madridismo. No podríamos recordar a Cristiano elevándose hacía la gloria de aquel cabezazo de Valencia o mostrando al mundo en el Nou Camp quien protege nuestros sueños y nos aleja de las pesadillas. No tendríamos en la memoria todos esos impagables momentos a los que recurrir ahora, cuando se derrumban los muros que construimos y que habremos de volver a levantar. Un Clarence, como aquel de George Bailey, que se gane las alas esta Navidad. Estad atentos al sonido de las campanas.




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lunes, 10 de diciembre de 2012

Aire


Uno iba al Nuevo Estadio José Zorrilla siendo niño a ver a Pato Yañez, a Da Silva y al Loco Fenoy, un portero que jugaba de libre y tiraba los penaltis, y se encontraba con Delibes en la tribuna principal. Como en aquel tiempo lo más parecido a un ordenador eran las calculadoras y la única consola que conocíamos era el mueble del pasillo en el que dejábamos las llaves ya habíamos leído El Camino y mirábamos a aquel hombre enjuto con la misma adoración que a aquellos jugadores que nos hacían ir los domingos a pasar frío cuando los fondos aún no estaban cerrados y corría el aíre del páramo acuchillando nuestras caras. “El Mochuelo” era por aquel entonces nuestro Holden Caulfield rural y cantábrico hasta que descubrimos al otro y empezamos a soñar con rascacielos y a preguntarnos a dónde van los patos de Central Park cuando se hiela el lago. En aquel estadio vio uno ganar al Valladolid el único título que adorna su vitrina y que apenas luce porque aquella competición de la Copa de la Liga se dejó de jugar enseguida. Vio uno debutar a Eusebio, a Torrecilla, a Juan Carlos, a Fonseca y al recientemente fallecido Manolo Peña. Vio uno jugar a Fernando Hierro con el Valladolid Promesas y dormitó en la grada durante la breve estancia de Pacho Maturana, del sopor de cuyo juego sólo nos desperezaba alguna locura de René Higuita.

Delibes escribió mucho y bien de fútbol y algunos comparan su contribución intelectual a este deporte con las de Camus y Montherlant, sin el contenido épico de estos, diría yo. En respuesta a unas declaraciones de Di Stefano publicó La Misión del Entrenador, cuyo contenido podemos resumir en una frase: “El alma de un equipo es el alma de su entrenador”. Don Miguel sentía verdadera devoción por Helenio Herrera y esa forma especial que tenía de entender el fútbol y no deja de resultar chocante que la exuberancia retórica y gestual de Herrera le resultara tan atractiva al recio y estoico castellano viejo. El Valladolid fue el primer equipo español del que se hizo cargo HH y de aquella época tiene palabras Umbral que dichas ahora podríamos aplicar a José Mourinho. “La vida de Helenio en Valladolid no fue nada tranquila, sino que siempre vivió el escándalo deportivo, porque perdía o porque ganaba, y otros escándalos más secretos, concéntricos al principal y llenos de sederías y ambigüedad”. No conviene añadir más.

Vimos el sábado un partido de fútbol de los que le hubiera gustado ver a Delibes, que ya en los 80 se adelantaba a lo que después vendría y que nos han vendido como el único fútbol que merece ser considerado como tal. “El fútbol español de hoy resulta pueril, enjuto e inoperante. La cabriola, el regate en corto, el pasecito horizontal, la triangulación del juego en el centro del terreno no conducen a nada práctico». Se enfrentaban dos equipos de autor, creados a imagen y semejanza de sus entrenadores, y se propuso un partido serio y sincero. El otrora denostado Manucho, aquel que prometiera 30 goles por temporada a su llegada a Valladolid, marcó dos veces a la salida de sendos corners ante la pasividad de un Casilla que prefirió las dos veces quedarse a la abrigada de los tres palos en vez de salir a poner orden en aquel caos. Entre ambos goles aprovechó Callejón un fallo de la defensa pucelana para asistir a Benzema y volvió a empatar Özil tras una jugada que me trajo a la mente el verso de Guillén que inspirara a Chillida: “Lo profundo es el aíre. La realidad me inventa, Soy su leyenda. ¡Salve!”. Ante las dificultades planteadas tuvo que sacar Mourinho un conejo tras otro de la chistera provocando la indignación de los plumillas que hubieran preferido una derrota que colocara de nuevo al portugués en la picota. Volvió a ser Mesut el que cerrara el partido con un lanzamiento magistral de falta que esperemos le despierte definitivamente de ese trance sufítico en el que lo encontramos demasiadas veces.

A este Madrid del todo o nada le viene bien la frase futbolística de Montherlant en Las Olímpicas: “Es correcto, es saludable, sentir que mañana podemos o nos pueden matar. En las manos de la vida amenazada podemos encontrar un cuerno de la abundancia. Mirar, amar, poseer siempre como si fuese la última vez. «¡Más tarde!» murmura la esperanza, que es la voluntad de los débiles. Pero no hay un más tarde y por ello se hacen las cosas. Hay un instante. ¡Que sea mío!”. 

martes, 4 de diciembre de 2012

Canteranos


Bajé el domingo por la mañana a tomar un café y al pasar delante de un quiosco pensé por un momento que me había pasado como a Resines en Los Serrano, que los últimos años no habían sido más que un sueño. Consulté la fecha en el móvil mirando de soslayo a Felipe González en la portada de El País y a Aznar en lo de Pedro Jota. Fue tan sólo una falsa alarma. “Just another false alarm”, que cantaba Morrissey cuando The Smiths. Al parecer Aznar ha escrito la primera parte de sus memorias dejando para la segunda la narración de las dos veces que yo le di de comer, que fue las dos veces lo mismo. Medio solomillo poco hecho y ensalada LTC. A González, celebrando el aniversario de la victoria del 82, lo llevaron a una cosa del PSOE, como si fuera Chicote, a ver si podía hacer algo por un negocio que se viene abajo. Cometiendo el mismo error que el cocinero, no empezó por exigir personal más cualificado y una limpieza a fondo de las cañerías sino que se limitó a insinuar un menú más de centro y eso nos recordó la mayoría natural, aquella de la que hablaba Fraga.

Un partido contra el Ajax es un poco también una mirada al pasado, a un tiempo prendido con alfileres en la chaqueta de la memoria. Un regreso a ese fútbol puramente sentimental del que habla Manuel Jabois, a los cromos de Johan Cruyff vestido ya de blaugrana, los goles de Van Basten y la frialdad exquisita de Rijkaard. Puede que el gran error de Bernabéu fuera no haber traído a aquel Johan con el que se hubiera podido asentar una nueva dinastía, como la de Di Stefano, y andaríamos ahora buscando la decimosexta con el Milan mirándonos a la altura del culo. Los que hablan de la influencia de Cruyff en el Barça del tiqui-taca y la humildat saben poco de aquel fútbol total engendrado en los canales de Ámsterdam y olvidan conscientemente el carácter tormentoso de Johan. Nada tenían que ver aquellos jugadores salidos de la cantera del Ajax con los chicos sencillos cultivados en La Masía, en una agricultura ecólogica que acaba resultando un timo. No sabemos por qué pero el Madrid no fue nunca mucho de pescar en aquellas aguas y cuando lo hizo, con equipo puente de por medio, no duró lo que hubiera sido de desear y es que uno todavía no entiende que a Clarence Seedorf lo vendiera Sanz para pagar no sé qué nóminas o las deudas de una partida de poker, hurtándonos un capitán como Dios manda.

Con todo el pescado vendido lo importante del partido parecían ser las ruedas de prensa de Mourinho o sus apariciones porque como decía Umbral de Eugeni D’Ors: “En sus conferencias no se sabía qué atraía más, si la palabra o la aparición, porque lo suyo eran apariciones”. Mourinho se apareció el sábado sobre el césped del Bernabéu como hacía “Pizarrín” Ferrándiz cuando el Madrid de baloncesto visitaba Magariños para que toda la ira de La Demencia recayera sobre él y no sobre los jugadores. Lo que nadie podía esperar es que un entrenador del Real Madrid tuviera que hacerlo en el Bernabéu para aplacar las iras de los piperos. A Mourinho ya lo ponen en la frontera los guardianes del señorío y los valores. Aquellos que hablan del madridismo como si fueran antropólogos seguidores de Franz Boas que no hubieran asumido la revolución cognitiva y siguieran creyendo en la mente superorgánica y la conciencia grupal. Charlatanes que son al Real Madrid lo que el Institut Nova Història es a la cultura catalana.

El partido no tuvo demasiada historia porque el Ajax salió a jugarle al Madrid como salen los equipos a jugarle al Barça en la liga española, pidiendo autógrafos con la mirada y disculpándose por cualquier tropezón por involuntario que sea. Sirvió para que Modric, un canterano de la guerra de los Balcanes, mostrara el talento que le adivinábamos y que le puede servir a Xabi Alonso para tomarse un respiro antes de que llegue el momento de la verdad. Se lesionó Coentrao, un canterano de la miseria, el hambre y el trabajo infantil, y eso obligó a Mourinho a recomponer la defensa sacando a Pepe que portó el brazalete de capitán que alguien, incomprensiblemente, le había entregado primero a Adán. Un pase mágico de Modric finalizado por Benzema sirvió para adelantar al Madrid que a partir de ahí jugó el partido que quiso. Marcó un golazo Kaká sin que ello suponga que haya vuelto del país de los muertos más que para darse un paseo y Callejón se volvió a reivindicar ante la baja forma de Di María, otro canterano de la miseria y el hambre. Asistimos al debut en Copa de Europa de José Rodríguez, futbolista con planta de torero antiguo y cara de fotografía en blanco y negro. Gitano con seriedad de patriarca y soltura de adolescente en el ruedo del Bernabéu ante los piperos del 7. Que Dios reparta suerte.



domingo, 2 de diciembre de 2012

Replicantes


Esa jugada en las postrimerías del partido de anoche con Cristiano Ronaldo corriendo desde su propia área hasta acabar estrellando con violencia el balón en el poste a pase de Mesut Özil nos hizo preguntarnos si estamos realmente ante un ser humano o ante un replicante Nexus-6 diseñado en una Tyrell Corporation situada clandestinamente en Madeira. Resulta complicado recordar algo más bello acaecido sobre un terreno de juego que esa carrera furibunda hacia el único destino que conoce Cristiano y no podemos dejar de recordar el punto cuatro del Manifiesto Futurista de Marinetti, “Afirmamos que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva: la belleza de la velocidad”. En esa cansina discusión que se mantiene por decidir quien ocupa el trono de mejor jugador del mundo en la actualidad nosotros lo tenemos claro. Si Messi es la gambeta y el fútbol suburbial, Cristiano es la violencia y el fútbol industrial. Cristiano es el capitalismo frente a ese Messi formado en La Masía, escuela protosoviética. Messi es la cumbia y Cristiano es Kraftwerk. Recurrimos para glosar a Cristiano de nuevo a Marinetti: “Nosotros queremos exaltar el movimiento agresivo, el insomnio febril, la carrera, el salto mortal, la bofetada y el puñetazo”.

Esa imagen de Cristiano como un Nexus-6 parece haber aparecido también en las mentes de una inmensa mayoría de los periodistas deportivos de este país que se han otorgado a si mismos la categoría de Blade Runners y han incluido también en el lote de replicantes a aniquilar a todos los jugadores portugueses del Real Madrid y a todos aquellos que hayan sido fichados por Mourinho, que vendría a ser el Eldon Tyrell de la enésima versión de esta película. De ahí su sorpresa cuando Cristiano pregona su tristeza o Coentrao su estupefacción por las críticas perversas. Los replicantes no sienten y son incapaces de empatizar asi que los Cristiano, Coentrao, Pepe o Khedira son sometidos a diario a la  prueba Voight-Kampff  por parte de sebosos analistas en sus patéticos cubículos de engorde de las redacciones. Es la xenofobía cateta por lo diferente, por lo que te ves incapaz de controlar y llevar a tu terreno.

Llegaba el derbi en el mejor momento para el Atlético y en el peor para el Madrid después de la derrota ante el Betis de la que sólo recuerdo a Jose I. López leyendo pasajes del programa electoral de Madridista Ateo, a Jorge Bustos dando respingos en la silla como si cada ocasión fallada fuera una descarga eléctrica y una tortilla. Sin embargo el Atlético no quiso apartarse de una tradición que dura lustros y perdió contra el Madrid como si hacer algo diferente le fuera a enfrentar con su historia reciente. No es menos cierto que la actitud del equipo de Mourinho fue la necesaria para sacar adelante el partido con jugadores plenos de concentración durante noventa minutos que no consintieron que el equipo rojiblanco diera sensación de peligro en todo el partido. Abrió el marcador Cristiano con un libre directo ejecutado con precisión y violencia y terminó el partido para el equipo de Simeone. Fue uno de esos partidos de fútbol de otro tiempo, de tipos serios que dejan las sonrisas y los afectos para el final del encuentro. Duro pero no sucio. La segunda parte sirvió para que Benzema, prácticamente ausente durante los primeros cuarenta y cinco, mostrase que en este equipo industrial él es el orfebre y que entre los ritmos de Krautrock él cuela siempre melodías trip-hop. Marcó el segundo Özil y el primero que llegó a felicitarlo fue su novio. Una nueva falta lanzada por Cristiano acabó en el larguero y acabó el partido con esa obra de arte del siglo XXI que admiraremos con frecuencia en el museo de nuestra memoria. Tan solo esperamos que esos Blade Runners de abultada papada y escaso talento no acorralen definitivamente a nuestros replicantes y consigan que todo esos momentos se acaben perdiendo como lágrimas en la lluvia.