Instalados en la melancolía, a punto de hacer de la derrota
costumbre, absortos ante el devenir de los acontecimientos, boquiabiertos como
niños en la primera vivencia de una tormenta. Acongojados, los que hace unos
meses parecían gurkhas empuñando sus kukris sin miedo a nada. Ese es el Real
Madrid de hoy día, un equipo desnortado y triste. La tristeza del recuerdo de la
que hablaba Cernuda. Pensábamos que la marcha del Pep sumiría al Barcelona en
ese bucle melancólico que hemos hecho nuestro como si la ausencia del enemigo y
la tensión del enfrentamiento que va más allá de lo futbolístico nos hubiera
hecho perder el apetito, no ya por la victoria sino por la batalla cotidiana e
higiénica. Algunos parecen haber asimilado el dicho argentino “soldado que huye
sirve para otra guerra”, esperando ya nuevo general o nuevo destino. Salvaguardando
su imagen de la cacería inmisericorde emprendida contra Mourinho por un jauría
acuciada por el hambre de notoriedad y venganza.
No sabemos en qué momento nuestro Macbeth mostoleño se
encontró con las tres brujas que le gritaron la profecía: “¡Salud a ti, Casillas, que serás rey!”. Quizás no hizo falta, quizás le bastó con observar a
los que fueron reyes antes que él, aquellos que dominaban a su antojo el
vestuario y el club. Poniendo y quitando entrenadores, teniendo la última
palabra en los fichajes, conchaveando con la prensa en los comedores y las bôites.
Pero llegado el momento, nuestro Macbeth
se encontró con otro rey y con una caterva de Lady Macbeths estimulando su
ambición desde las tribunas mediáticas o instaladas en su alcoba.
"¿Estaba ebria la esperanza
de que te revestiste? ¿O se durmió?
¿Y ahora se despierta mareada
después de sus excesos? Desde ahora ya sé
que tu amor es igual. ¿Te asusta
ser el mismo en acción y valentía
que el que eres en deseo? ¿Quieres lograr
lo que estimas ornamento de la vida
y en tu propia estimación vivir como un cobarde,
poniendo el «no me atrevo» al servicio del «quiero»
como el gato del refrán?".
Puñaladas ha habido que hubieran acabado con cualquier otro
monarca pero no con éste. Estando en la época en la que estamos, Navidad,
desearíamos un ángel de la guarda, como aquel Clarence que se le aparecía a
George Bailey en Qué bello es vivir, que mostrara a todos esos que hoy están a
punto de arrojarse por el puente del madridismo lo que hubieran sido los últimos
dos años y medio sin Mourinho. La sequía de títulos, las burlas constantes del
barcelonismo triunfante, Valdano llenando su cartera por una miseria de verbo
florido relleno de nada, un Míchel o un Benítez en el banquillo y de compadreo
con los haraganes del Txistu, un Florentino Pérez deprimido y más ausente si
cabe. Un Bernabéu vacío, donde sólo el sonido de las pipas rompiera el silencio
más frío. No habría habido más literatura que la presente en los epitafios
de nuestro madridismo. No podríamos recordar a Cristiano elevándose hacía la
gloria de aquel cabezazo de Valencia o mostrando al mundo en el Nou Camp quien
protege nuestros sueños y nos aleja de las pesadillas. No tendríamos en la
memoria todos esos impagables momentos a los que recurrir ahora, cuando se
derrumban los muros que construimos y que habremos de volver a levantar. Un
Clarence, como aquel de George Bailey, que se gane las alas esta Navidad. Estad
atentos al sonido de las campanas.
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