Nos contaban ayer, con acento porteño y conjeturas
borgianas, que la plantilla del Real Madrid se dividía en dos. Los sicarios sin
alma, dispuestos a seguir al pie de la letra las macabras instrucciones del
Padrino, y los objetores de conciencia, cuáqueros en calzoncillos que desoyen
las llamadas a la violencia de su perverso entrenador. Xabi Alonso y Álvaro
Arbeloa han pasado de ser héroes de eso que llaman La Roja a ser presentados
como una especie de alter-egos de Vincent Vega y Jules Winnfield en un pulp
fiction ad hoc con los exteriores rodados en los estadios de media España hasta
el punto de que uno ya se imagina al de Tolosa recitándole a Messi los versículos
del Libro de Ezequiel, antes de estamparle contra las vallas publicitarias,
bajo la mirada aburrida del de Salamanca. “Y os aseguro que vendré a castigar
con gran venganza y furiosa cólera a aquellos que pretendan envenenar y
destruir a mis hermanos”. Lo único cierto es que la falta de liderazgo en el
campo que observábamos en los partidos importantes de la temporada pasada
parece haber sido sustituida por el incontestable liderazgo futbolístico de
Cristiano y por el cada vez más visible liderazgo moral de los dos jugadores a
los que ahora señalan los voceros del tardo-segurolismo emitiendo gironazos a
diario. "Ser comprendidos no es necesario. El coraje, la audacia, la
rebelión, serán elementos esenciales de nuestra poesía”, escribió Marinetti y lo
mismo parecían decirles a sus compañeros en el calentamiento los dos soldatos
de Mourinho.
La melancolía ha tardado en llegar pero parece haberse
instalado ya en Can Barça por mucho que intenten evitar pronunciar el nombre de
Guardiola como si fuera el de Jehova. El Real Madrid cerró el círculo que se abrió
con el 5-0 que no queremos ni recordar con un partido que dominó siempre dándole
el balón al Barcelona como quien se lo da en la playa al niño para que no
moleste. Adelantó la defensa para achicar espacios y maximizar la presión
reduciendo el juego del Barça a un rondo inane e insustancial. Varane volvió a
ofrecer un clínic aseando las inmediaciones del área con una suficiencia y
elegancia que no habíamos visto jamás y dejando en segundo plano la
descabellada exuberancia física de Ramos. A Rafael Varane le pones a barrer con
una escoba el escenario del Teatro Real y le acaban concediendo el Premio
Nacional de Danza. Los laterales no permitían ninguna broma y Khedira se
aplicaba en la contención dejando para otro día lo del box-to-box. Alonso asumió
los galones e Higuaín, consciente de su baja forma, se dedicó a un trabajo
sucio y poco lucido que acabaría por agradecer el colectivo. Di María ponía
algo de locura canchera, Ozil perfumaba el campo con esencias de Anatolia y
Cristiano desquiciaba a toda la defensa blaugrana, incluido Puyol, que por una
vez abandonó el seny y disfrazó su impotencia con el traje de supuestos errores
arbitrales. Una cabalgada de Cristiano sólo pudo ser frenada por una zancadilla
de Piqué dentro del área y el de Madeira se encargó de anotar el primer gol con
la suficiencia del que conoce su propio destino. “El mundo es de quien nace
para conquistarlo y no de quien sueña que puede conquistarlo”, dijo otro
portugués, Pessoa. El gol que adelantaba al Madrid sirvió también para
desquiciar al Barcelona que, como suele hacer en estas ocasiones, abandonó el
fútbol para echarse en brazos de la simulación. A Jordi Alba le jugaron una
mala pasada las neuronas espejo y tras recibir un golpe en el pecho dudó entre
imitar a Alves agarrándose la pierna o a Busquets llevándose las manos a la
cara. Optó por lo segundo, suponemos que por empatía nacionalista. Nada cambió
tras el descanso y si cambió algo fue para incrementar el dominio del juego del
Madrid y la soporífera performance del Barcelona. Di María le hizo un roto a
Puyol y el rechace de Pinto lo recogió Cristiano que hizo pausa de taurino y
alojó el balón en la portería y el discurso culé en el cubo de la basura.
Varane le ganó la posición a Piqué a la salida de un córner y, mientras el
novio de Shakira buscaba en la grada espías de Metodo 3, el balón llegaba a la
red con la suavidad de una caricia. Corrió el cuáquero Varane a abrazarse con
el líder del Grupo Salvaje, dejando al escriba de El País con el culo al aire
del invierno. Tras el tercer gol no quiso el Madrid hacer leña del árbol caído y
reservó fuerzas para las batallas que se avecinan. En un arranque de lo que
creemos que es humor portugués mandó Mourinho a Casillas a dar la rueda de
prensa, como quien manda al niño al quiosco para poder echar un polvo tranquilo,
mientras en el vestuario celebraban las hienas la caza del ñu. Quedan pocos
meses para que acaben las especulaciones sobre el futuro del entrenador y desde
aquí sólo nos queda recurrir de nuevo a Nietzsche y decirle: “El individuo ha
luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas, a menudo
estarás solo, y a veces asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el
privilegio de ser uno mismo”. Como diría uno que yo me sé, parafraseando a otro
que todos sabemos: “Que la chupen, que la sigan chupando”.