Pasaron Mourinho y los suyos el martes por Moscú y tras controlar un partido tosco y feo recibieron el golpe de un empate en el último minuto que me hizo sentir un poco como el Ridruejo que cantaba a los caídos en Stalingrado.
"...el paisaje era blanco y helado en torno a mi conciencia
y más realmente que mi cuerpo en los días recientes
mi alma se erguía arropada en vuestro sagrado uniforme".
Benzema cayó lesionado y Cristiano y el infravalorado Khedira pusieron el honor y la terquedad de los que hablaba el poeta. Partidos como ése los perdía el Real Madrid en otro tiempo y se veía obligado a apelar a una épica que demasiado a menudo demudaba en tragedia. Aún celebrábamos el martes la Copa del Rey de basket que ese Madrid de mormones, balcánicos y chicos de Yale había arrebatado al Barcelona en su propia casa bajo la mirada de @van_Palomaain siempre a la vanguardia del madridismo
Hace años nos quisieron vender a Mario Sandoval como el Adriá mesetario y lo mandaron al Bocuse d'Or sin reparar en medios humanos ni materiales. El penúltimo puesto pareció más propio del Festival de Eurovisión que de la next big thing de la cocina española y el patrioterismo de algunos se lanzó a degüello contra la decisión del jurado. Ahora es a su hermano al que nos presentan como el Guardiola de Humanes. Sólo que Adriá sólo hay uno en el mundo y los Guardiolas tampoco abundan. Aquellos que tratan de asimilar a los dos catalanes poco o nada saben de la burbujeante personalidad de Ferrán y de la tremenda importancia de su trabajo. De la hipocresía, falsa humildad y doble moral del entrenador nada hay en el cocinero. "Crear es no copiar" es la divisa de Adriá mientras que Guardiola no ha hecho otra cosa que cocinar una olla barrejada con ingredientes de Cruyff, Maturana, Bielsa y Rijkaard. El aldeanismo de Guardiola le emparentaría más con el difunto Santi Santamaría, el Pep quiere chavales de la Masia como Santi quería lubinas que recitaran a Martí i Pol. Es a Mourinho al que cabría comparar con Adriá pues es el que ha desestructurado el fútbol para ofrecérnoslo en diferentes texturas para evitarle la monotonía a nuestros paladares. Las ruedas de prensa pre-partido son las tapas, las post-partido los petit fours y los platos principales no saben siempre a lo mismo como los que prepara el Pep.
Esta tarde en Vallecas hemos tenido la prueba de que este Real Madrid es capaz de jugar tipos de fútbol diferentes y salir vivo de emboscadas que podrían resultar mortales. Un campo de escasas dimensiones y en un pésimo estado no era el lugar adecuado para una sinfonía y tocó el equipo la canción como una banda militar. Sergio Ramos tiene condiciones para ser un jugador de leyenda pero su mala cabeza le convierte a veces en un jugador de chascarrillo. A punto estuvo de dejar al equipo con un jugador menos y con un gol en contra en los primeros minutos. Salió el Rayo con la intención lógica de no permitir que el Madrid tuviera el balón y de parar constantemente el partido. Diego Costa buscó permanentemente las cosquillas a los centrales y nada se le puede reprochar, que para eso le pagan. Partido de fútbol antiguo, de belleza arcaica, que ha horrorizado a los que sólo son capaces de concebir un fútbol de posesiones eternas del que se ha desterrado el contacto, pero que nos devuelve el aroma de otros tiempos hasta en el horario. Un taconazo imprevisible de Cristiano que pasó entre un bosque de piernas sirvió para sentenciar el encuentro recién comenzada la segunda parte. A la espera del partido entre el Atleti y el Barça, la renta del Madrid son trece, absténganse de la rima fácil.
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